Dylan, el Nobel inconforme

Editoriales

miguel_llorens_caudete_digitalBob Dylan es el Premio Nobel de Literatura 2016. Algunos se preguntan si las letras de las canciones son literatura, y si lo son, si el de Minnesota es realmente merecedor de un premio que parece destinado a sesudos autores de literatura tradicional.

¿Y por qué no? Las letras de las canciones sí son literatura, y pueden condensar en cuatro minutos un libro de mil páginas. Muchas veces, nos pueden decir aún más cosas, porque a la letra se le une la música, y el sentimiento de su interpretación. Yo diría que una canción es un todo emocional.

Dylan no se ha distinguido por ser políticamente correcto. Una frase suya que leí hace tiempo dice «Yo no sé cantar bonito, y además no quiero». Es, quizás, una de sus frases lapidarias, aunque lo que para él no es bonito, parece gustarle al resto del planeta. Empezó con el folk y sus canciones protesta, y avanzó hacia la música más popular y el rock más iluminado, sombrío o brillante, según el día, o según su desamor. Musicalmente, lo ha probado casi todo. Emocionalmente, todo.

Meter el dedo en la llaga se puede hacer de mil formas, o se puede hacer como Bob Dylan, con esa poesía suya que dispara a la cabeza. «Ustedes ajustan los gatillos para que otros disparen, y luego retroceden y observan cómo el número de muertos asciende (…) Déjenme preguntarles algo: ¿el dinero que tienen comprará su perdón?». Parece fácil reunir esas palabras en una frase pero, por alguna razón, lo hizo él en «Master of War» («Los Señores de la Guerra»), una adaptación de «Nottamun Town», una canción popular americana.

Su voz no es perfecta, ni sus acordes pegadizos. Sólo unas pocas de sus canciones se pueden tararear fácil. Pero es uno de los maestros. Músico, poeta, filósofo… Ir contracorriente, y avanzar. Ir hasta contra él mismo, y no reconocerse en la intimidad, donde es el otro… Ése es el rompecabezas llamado Bob Dylan.

En 2007 no vino a recoger el Premio Príncipe de Asturias, algo normal en alguien que en 1980 inició La Gira Interminable: no se puede estar en todo. Y es que además de cantar, componer y viajar, Dylan necesita amar. El amor, reconoce, es el motor de su vida, y el de todo. Hasta el de sus depresiones, que han parido joyas como «Simple Twist of Fate».

Dice Leonard Cohen que el Nobel para Bob es como ponerle una medalla al Everest. Es decir, a lo máximo, a lo más grande, a lo más inalcanzable. Seguramente, Dylan no lo comparta, pero no es razón para no estar de acuerdo.

Bob Dylan quería cambiar el mundo. Tal vez lo cambió, pero sigue inconforme con él a sus 75 años. No sería él si no fuese así.

 

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