Hace tres décadas que empecé a utilizar un ordenador. Treinta años parecen pocos para algunas cosas, pero en informática es una eternidad. En ese periodo de tiempo nacieron los ordenadores para consumo particular, los videojuegos, Internet, las redes sociales y el negro del Whatsapp.
Mi primer contacto con un ordenador tuvo lugar en la calle La Zafra. Alli, en su casa, instalaron mis amigos Manoli y Jose la primera academia de informática de Caudete. Me apunté como primer alumno sin saber siquiera qué era un ordenador, y nada menos que a programar en lenguaje BASIC. Vamos, a lo grande. Los ordenadores en cuestión eran unas cajas metálicas conectadas a unos monitores de fósforo verde que daban la impresión de esconder en su interior infinitos misterios. Aquello empezaba a gustarme… Quizás porque me gustan los misterios.
Poco después, me compré mi primer ordenador. Fue un Atari St 1024fm y me costó 170.000 pesetas. Me empeñé… y saqué un crédito del banco para poder pagarlo, claro. Aquel no era lo que se conocía como un ordenador compatible (un PC), sino que podríamos compararlo en la actualidad con un Iphone. Para su tiempo, era muy avanzado, y se podían hacer cosas con él sorprendentes. Gráficos, videojuegos, ¡composición musical!… Incluso incorporaba un pequeño aparatejo que se llamaba módem y que, al parecer, servía (¡cielos!) para conectar, vía telefónica, con otros ordenadores… Al principio, me parecía tan ciencia-ficción, que simplemente pensé que era mentira. Con el paso de los meses, fui leyendo y leyendo el manual, y fui traduciendo del inglés las instrucciones y los protocolos de comunicaciones necesarios para esa supuesta conexión… y lo conseguí. Una noche, probando aquellos comandos cual hacker avispado, estaba observando el monitor y, de pronto, en la pantalla apareció… «Hola». Casi me caigo del susto. Había conseguido contactar con alguien entrando a su ordenador en Logroño. Mi primera experiencia con un chat.
Aquello no era pirateo, ni nada parecido. Se llamaban BBS, y eran usuarios que montaron los primeros servidores privados en sus propios equipos, y permitían el acceso libre. A través de la línea telefónica, con un módem y mucha paciencia, se podía acceder a estos servidores y bajarse pequeños juegos y utilidades que compartían. Podría decirse que fueron los precursores de Emule, Ares o BitTorrent. El problema era que entonces las llamadas telefónicas tenían un coste elevado, y más si eran interprovinciales… Y claro, la factura de Telefónica se subía considerablemente con aquellos experimentos. Que se lo digan a mi padre… que algún que otro susto se llevó.
Pero aquella afición también me permitió programar todas las aplicaciones informáticas de mi empresa. Fui capaz de crear bases de datos de clientes y proveedores, programas para facturar, crear las etiquetas del embutido que entonces fabricaba y muchas más cosas. Todo programado en aquel BASIC que aprendí y que me sirvió para mucho. Miles de líneas de código que iba escribiendo una a una, y que me entusiasmaba ver cómo después daban como resultado las más diversas tareas.
Luego llegó a España algo parecido a Internet. La experiencia no fue tan grandiosa como aquellas primeras conexiones a las que me he referido antes. El servicio de conexión a una gran red de Telefónica llamada Ibertex (en el resto del mundo llamada Videotex) fue el primer paso, pero esto no era Internet, ya que la interconexión era muy limitada. Además, los resultados fueron poco menos que horrorosos, ya que las estructuras eran muy malas y las velocidades insuficientes para cualquier cosa. Era el año 1991 y en toda España existían nada menos que 1.000 ordenadores conectados. En 1995 empieza a funcionar Infovía y entonces ya se alcanzan los 42.000 hogares conectados, ahora sí, a Internet. Aunque pasaron años antes de que las prestaciones fuesen «decentes», fue el verdadero embrión de lo que vendría después.
En esa época programé mi primera página web. Junto a la de Textiles Albero S.L., fueron las primeras de Caudete. Poco a poco, combinaba información de mi empresa con alguna noticia de Caudete que a veces caía en mis manos. Entonces, obviamente, tenía que verla en algún periódico, porque Internet era una gran herramienta… casi vacía de contenido todavía. Ya en el año 2000, nació Caudete Digital como tal. Me costó dinero, mucho tiempo, muchos problemas… Eran habituales los hackeos, la web estropeada durante días y los problemas técnicos, pero, no sé muy bien por qué, seguí, inasequible al desaliento, con un proyecto que a estas alturas ya lo considero como un «hijico» mío.
Recuerdo perfectamente la primera vez que leí algo sobre el invento de un chaval que llevaba en la cabeza algo que él llamaba «red social», y que bautizó como Facebook. Como si fuese ahora, casi puedo ver el diseño, en un esquema, que hacía de su invento en una revista. A mí me pareció interesante, pero, sinceramente, no le vi futuro alguno, dado que entonces Internet iba poco menos que a pedales. De haber sabido lo que ocurriría pocos años después, hubiese cogido un avión para asociarme con aquel chavalín…
Por mi parte, al final me tenía que dedicar a la informática. Estaba escrito. Me apasiona. Ganaré más, o ganaré menos… pero disfruto con mi trabajo. Y eso también vale mucho.