Artículo de Opinión | José Sánchez Amorós /

Hubo un tiempo en que multitud de personas de Caudete acudían a un médico de fama en Fontanares. Iban en carros, en tartanas, a pie incluso.

Pues esta vez era para una reunión de ocio y alimentación en la pequeña localidad. «Osea» un «rendez-vous» culinario-amistoso. Es un placer ver los campos, con viñas muy cuidadas, pinos por aquí y por allá, y elegantes mansiones campestres de gente acomodada y con título nobiliario de la ciudad de Valencia. Recuerda bastante a la campiña de Marseillan.

Como hay unos indicadores en la rotonda cercana a la estación de Caudete que señalan Fontanars dels Alforins, henos aquí que tomamos tan novedoso itinerario. Al pasar por Crisnova viene la primera duda, no sabemos si hay que ascender a la factoría botellera o seguir recto hacia abajo. Elegimos la segunda opción. Los letreros ya han desaparecido rigurosamente. Es un camino estrecho pero asfaltado. Pronto el asfalto muestra señales de deterioro. Procuramos seguir el camino asfaltado y no saltar por el paso a nivel de la vía que es de tierra.

Tras varias bifurcaciones más, acabamos finalmente en otro camino de tierra que nos conduce en dirección contraria a donde se supone que está nuestro destino. Haciendo varios giros, vamos a dar de bruces con la depuradora de Castilla-La Mancha, que tiene un letrero extraordinariamente grande.

Habiendo perdido una preciosa cantidad de tiempo, demasiado, decidimos volver al punto de partida. Llamamos por el móvil a los «y las» convocados y «convocadas» a la reunión en Fontanares y anulamos el deseado encuentro. Nos dicen que el arroz al horno nos lo guardarán en unos túperes aguardando mejor ocasión y que lo sienten enormemente. Lamentos pueden escucharse por el móvil, y hasta un perrito lanza al aire sus gemidos incontenibles.

José Sánchez Amorós