María, Julia y Jose, Magachi, José Vicente y Carlos desean transmitir el agradecimiento por las permanentes y sentidas muestras de cariño que han recibido y ya, de antemano, todos los miembros de nuestra familia, la familia de Emilio Marzá, quiere daros las gracias más sinceras por vuestra presencia y compañía, que hace menos penosos los difíciles momentos que vivimos.
Siendo apenas un niño, nuestro padre, Emilio, llegó a Caudete procedente de Utiel. Aquí creció, se enamoró, se casó y fundó nuestra familia. Aquí trabajó, con dedicación y acierto, hasta su jubilación, siendo el corazón de nuestra Notaría durante casi 50 años.
Aquí fue feliz, aquí murió, en Caudete, el pueblo que lo acogió y lo aceptó como un caudetano más.
Sólo desde el amor al amigo, al vecino y compañero que se va hacia la eternidad, es posible entender las muestras de duelo y de tristeza que hemos recibido en las miradas, en los abrazos, en vuestros silencios y vuestras palabras. Sólo desde el reconocimiento a un hombre de bien, que ha buscado la honradez, a un hombre desprendido y generoso, ejemplar en su conducta, es posible entender la grandeza de vuestro corazón y de vuestra compañía en estos tristes momentos para todos nosotros.
Esta gratitud es especial para nuestros primos, sobrinos y sobrinos-nietos, a cada uno de ellos sin excepción, por su inquebrantable cercanía, atención y cuidado, expresada en cariño sin límite, en esa ternura infinita hacia el tío Emilio… que incluye una última lección que juntos aprendimos: la felicidad sólo existe cuando es compartida.
Dra. Albero, querida Lola, gracias por tantos años de atención y cuidados, por esta amistad hacia nuestro padre. Por tu gran profesionalidad, tus consejos y compañía que tanto nos han consolado y sostenido para sobrellevar con ternura y fortaleza estos difíciles días.
Dra. Toril, querida Cati, te convertiste en “un ángel de la guarda” para nuestro padre con tu interés, recomendaciones, visitas , cariño… Gracias de todo corazón.
Nuestro padre, esposo, abuelo y tío ha sido un hombre cabal, presto a la ayuda, resistente al halago, servicial, amigo de sus amigos y amante de su familia. Si mencionáramos las cosas que aprendimos de él, no acabaríamos nunca, pero destacamos una muy importante: Papa, nos has enseñado a morir, has muerto sin alzar la voz, sin lamentarte, resistiendo en silencio los complicados momentos de su marcha. Rodeado de personas que te querían, y como ha dicho uno de tus sobrino, hoy, domingo, nos has vuelto a reunir a todos, como tanto te gustaba…
Nos reconforta saber que estás bien donde estás, que desde el cielo nos acompañarás donde vayamos, hasta que volvamos a reunirnos para charlar y reír juntos como tantas veces solíamos hacerlo.
Descansa en paz.
Autor: Familia de Emilio Marzá
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