Aparadoras: las esclavas del siglo XXI

Editoriales

¿Trabajarías 11 horas al día por 400 ó 500 euros al mes? Pues esto está ocurriendo en estos momentos en muchos talleres de aparado, donde miles de mujeres se ven abocadas a trabajar en condiciones precarias.

Si eres mujer y necesitas dinero para sobrevivir, tienes una opción: el aparado de calzado. Sí, para fabricar a mano ese calzado de gran calidad, referencia de poblaciones como Elda, Villena o Elche, que luego verás en las tiendas a 70 euros. Sin embargo, mucho cuidado: el sector tiene uno de los índices más altos de precariedad laboral.

En Villena se especializaron hace años en el calzado infantil. Pero las modas, o la competencia de otros países, han hecho que se compliquen las ventas. ¿Quien lo paga? Las trabajadoras, claro… Los sueldos son cada vez menores, y las horas trabajadas, cada vez más. En muchos casos, hasta 14 horas al día… Y aunque también trabajan hombres, la gran mayoría son mujeres.

Es cierto que hay muchas empresas que cumplen con la normativa laboral, con las medidas de seguridad adecuadas, o que pagan sueldos más o menos razonables, pero también hay otras muchas que utilizan métodos que recuerdan la esclavitud, donde verdaderos delincuentes, inmunes a las denuncias, campan a sus anchas, aprovechándose de la necesidad de las personas para poder explotarlas a su antojo.

El que una trabajadora trate de denunciar su situación supone el despido inmediato, algo que da fuerza a estos explotadores, que, en ocasiones, parecen tener el beneplácito de las autoridades. En numerosas poblaciones de nuestro entorno todo el mundo sabe, exactamente, donde se encuentran estos talleres clandestinos, pero pocos se atreven a denunciar.

¿Y en Caudete…? Por supuesto, también existen. Y la forma de trabajar, la estándar en este tipo de talleres: jornadas de 11 ó 12 horas diarias, mientras obligan a los trabajadores a firmar jornadas de 8 horas, utilizando productos tóxicos sin ningún tipo de protección, sin medidas de seguridad, y con sueldos tercermundistas, muchas veces en metálico para poder camuflar mejor sus irregularidades. Pura y dura explotación. Y no son siempre talleres clandestinos, sino que algunos que están dados de alta incumplen prácticamente cualquier norma con el fin de conseguir sus dividentos a costa de la explotación de sus trabajadores.

Poco a poco, asociaciones y plataformas de aparadoras van surgiendo por nuestro entorno, aunque con muchas trabas. ¿Por qué no se apoyan más estas asociaciones, que no quieren otra cosa que mejorar los derechos de las mujeres trabajadoras de un sector determinado? ¿Dónde están los políticos, esos a los que luego se les llena la boca hablando de los derechos de las mujeres? Llevamos muchísimos años oyendo quejarse a estas trabajadoras, y poco se ha hecho nunca por ellas.

Nos escandalizamos hace unos años, cuando las marcas deportivas utilizaban a niños asiáticos para coser balones, pero no decimos nada cuando explotan a nuestra vecina, que terminará enfermando por causa de los productos que utiliza a diario, o sufrirá dolencias físicas como el túnel carpiano, los dolores cervicales, las hernias o los pinzamientos de tendones, que requieren de numerosas operaciones, y que todavía no han sido reconocidas para este colectivo.

Una injusticia que se justifica con el «o lo tomas o lo dejas», con aquello de que «crean» trabajo… Entonces, ¿valen para el resto de sectores unas normas, que hay que cumplir a rajatabla, y no valen para el aparado?

Mientras no seamos todos conscientes de que sólo denunciando estas situaciones se puede acabar con esta lacra, miles de mujeres seguirán siendo explotadas sin compasión alguna.

Caudete Digital

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