La conferencia del pasado miércoles, impartida por los Arqueólogos Gabriel Segura y Daniel Azorín, no defraudó a ninguno de los asistentes, puesto que se pudo retroceder en el tiempo y conocer el aspecto original del Castillo de Caudete, entre otros muchos aspectos.
La excavación arqueológica llevada a cabo hace unos meses, gracias a la colaboración del Instituto de Estudios Albacetenses «Don Juan Manuel», y ciudadanos voluntarios bajo las directrices de Arquealia, ha permitido, junto a la información obtenida en campañas anteriores, descubrir la cuarta torre, de la que se tenía referencia por fuentes documentales.
Así pues, ha quedado finalmente definida la estructura del Castillo, y gracias a las nuevas tecnologías, podemos disfrutar de un levantamiento en 3D del aspecto que tuvo nuestro Castillo cuando hacía las funciones como tal.
Por tanto, lo que hoy vemos a pie de calle es el antemural alamborado y almenado que se construye en el Siglo XV para proteger a la fortaleza caudetana, forrando el pequeño cerro sobre el que se sitúa el Castillo. Éste tenía 4 torres, una de ellas llamada la Torre Mayor, y junto a ella el acceso al Castillo. Las Torres estaban conectadas entre sí mediante una muralla, generando en el centro un pequeño patio interior, y definiendo el conjunto la fortaleza señorial.
La Villa se encontraba ubicada a sus pies (no existía pueblo a sus espaldas o costados), y tenía un excelente campo visual, ya que desde él se controla todo el valle próximo a la localidad, y las principales fortalezas del entorno.
En el S. XVI deja de estar habitado y en no muy buenas condiciones, por lo que la Corona decide no invertir en su reparación, ya que el papel defensivo del Castillo, y los peligros de invasiones han desaparecido con el reinado de Isabel y Fernando y la toma de Granada.
Poco después comienza un proceso de transformación del Castillo, hasta llegar a nuestros días, donde las necesidades del momento han dejado lo que hoy vemos.
En 1740 acoge oficialmente el Cementerio Parroquial, hasta que en 1834 se traslada a Santa Ana. Por este hecho se excavan en muros y suelo fosas y nichos, hoy visibles algunos de ellos. A finales del S. XIX y principios del S. XX, la Iglesia Parroquial transforma el viejo cementerio en un jardín privado, aportando tierras procedentes de «El Real» y construyendo ribazos, precises y zonas de paso entre el mismo, tapando así todo resto anterior.
Hoy día, las campañas arqueológicas han ido eliminando estás «capas de historia» hasta llegar a visualizar los restos del Castillo, que se datan en el S. XIII, cuando se establece el poder feudal con la reconquista cristiana.