Si los hermanos Álvarez Quintero vivieran en esta época, no habrían dejado su trabajo como funcionarios de Hacienda, porque a cada sainete que se les ocurriera, la realidad española lo habría superado ipso facto.
¡Qué bonito es levantarse cada día con una tontá nueva! Miras los periódicos, enchufas los telediarios o te pones la radio mientras haces un poco de elíptica, para que no te riña Paco «El Rubio», y ya están ahí los sainetes y las tragicomedias. Y sin pagar suplementos. Sólo con nuestros impuestos, va todo incluído.
Nuestros políticos, por llamarles de alguna manera, se esfuerzan cada día por entretenernos, algo que, sin duda, es loable. Si lo de Puigdemont baja un poco en cuotas de audiencia, enseguida nos montan otro sarao, aunque sea deprisa y corriendo. La improvisación es la base del buen artista.
Tras conocerse la sentencia del caso Gürtel, lo normal hubiese sido que Mariano Rajoy dimitiese. Por muy limpio que esté su currículum personal, no deja de ser el representante de un partido asediado por la corrupción, y condenado por ello. Una situación insostenible, se mire por donde se mire. Por lo tanto, no podía irse de rositas o mirar hacia otro lado. La otra alternativa que le quedaba era la convocatoria urgente de elecciones.
Pero ni lo uno, ni lo otro. Dejar las cosas así, con sensación de impunidad, lo hubiese pagado muy caro el PP, y así lo empezaban a demostrar las encuestas. Sin embargo, ahí estaba Pedro Sánchez para rizar el rizo. Con 84 diputados en el Congreso, y el hasta entonces denostado, por él mismo, apoyo de Podemos y supremacistas, presenta y gana una moción de censura. Una moción de censura legal, pero que sirve, en principio, sólo para convertirse, por fín, en Presidente del Gobierno.
Una jugada magistral, desde el punto de vista estratégico a corto plazo, pero que plantea un horizonte muy incierto para su propio partido de cara al futuro. Su margen de maniobra para gobernar es nulo, y es fácil adivinar que el tiempo que pase hasta que se convoquen nuevas elecciones será un tiempo muerto. Si su intención, como dice, es gestionar el presupuesto del PP y mantener los grandes acuerdos suscritos por el PP, ¿dónde está la alternativa de gobierno que debe buscar una moción de censura?
Al menos, nos ha presentado un nuevo Gobierno limpio y ejemplar… Bueno, el Ministro de Cultura y Deporte es un defraudador condenado, pero eso son pecadillos sin importancia. «¡Ya lo pagó todo!», decía ayer, a modo de disculpa, alguno de los que días antes clamaba al cielo por la exquisitez y limpieza de las instituciones. Menos mal que Pablo Iglesias seguía el tema desde su chalé en Galapagar y exigió, junto al PP, su dimisión. Una dimisión que, fíjate tú, no contaba con la aprobación de Sánchez en un primer momento. Ay, señor, cómo cambia la cosa cuando me tocan lo mío…
Pero calla, que nuestro deporte era ayer el centro de atención internacional. ¡Qué bien se lo pasan los europeos con nosotros! Y es que… ¡cuánta falta les hacemos! Ayer no sólo dimitió el ministro del ramo, sino que horas antes de empezar el Mundial de Fútbol, echamos a nuestro seleccionador. ¡A ver quien lo supera! Lopetegui ficha por el Real Madrid y se hace público acto seguido, algo incomprensible en un momento como este. Y el presidente de la Federación de Fútbol, Rubiales, que ya tenía en el punto de mira al otro, aprovecha para darse una satisfacción personal.
Una juerga. Los periodistas no sabían ayer dónde acudir, porque había tannnntas cosas, que alguno acabó entrevistando a Raquel Mosquera en Supervivientes.
Ojalá Pedro Sánchez acierte con su nuevo ministro. Yo creo que sí. José Guirao tiene una trayectoria importante, y sabe lo que se hace. No es un celebrity, menos mal, ni falta que le hace. Y espero que el Presidente de mi país pueda, al menos, calmar un poco los ánimos y sosegar el gallinero. Los ciudadanos lo merecemos, aunque tantas cosas merecemos, y no tenemos… Personalmente, le deseo éxito, por el bien de todos, y que nos conduzca lo antes posible a unas elecciones que nos permita a los españoles decidir por nosotros mismos a quien queremos al frente de este barco llamado España.
The End