El invierno no le sienta bien a nadie, y el pelo no iba a ser menos. Entre el frío que cala, el viento que lo enreda y la calefacción que lo deja más seco que el desierto, el pelo termina pagando el precio. Lo peor es que los cambios de temperatura no dan tregua: un minuto está helando afuera y al siguiente el calor artificial lo deja todo sin vida. ¿El resultado? Un pelo apagado, quebradizo y con puntas abiertas que piden auxilio. Por suerte, hay maneras de salvarlo. Aquí van algunos trucos que pueden marcar la diferencia.
Hidratación profunda
Si algo necesita el pelo en invierno, es hidratación. La humedad se evapora rápido con el frío y el calor seco de las estufas lo remata. Mascarillas, acondicionadores y aceites con ingredientes que nutran a fondo son la clave. Manteca de karité, aceite de argán o incluso el clásico coco: todos van bien para rescatar el brillo perdido.
Una mascarilla semanal de media hora puede hacer milagros, y si el plan incluye un toque de aceite en las puntas antes de dormir, aún mejor. Eso sí, herramientas de calor como planchas o secadores cuanto menos se usen, mejor. Lo que ahora necesita el pelo es calma, no más agresiones.
El colágeno hidrolizado como refuerzo
En invierno, el pelo no solo se seca, también se vuelve más frágil. El colágeno hidrolizado es un ingrediente que se ha convertido en un imprescindible para devolverle la fuerza. No es magia, es ciencia: el colágeno, al estar hidrolizado, se absorbe mejor y ayuda a reparar el daño desde dentro, dándole elasticidad y resistencia al cabello.
No solo se puede encontrar en champús o mascarillas, también hay suplementos para quienes prefieren tratar el problema desde el interior. El aporte de aminoácidos que trae consigo es lo que termina por devolverle al pelo ese aspecto sano y fuerte que tanto se pierde en esta época del año.
El cuero cabelludo también sufre, hay que cuidarlo
El cuero cabelludo muchas veces queda en segundo plano, pero es la base de todo. El frío lo irrita, la calefacción lo reseca y, aparecen picores o pequeñas descamaciones. Por eso, un buen champú suave que respete el equilibrio natural de la piel es fundamental. Además, un par de masajes con aceites esenciales pueden hacer maravillas: jojoba, almendras o argán son perfectos para calmar y nutrir. Una exfoliación suave una vez al mes también ayuda a mantenerlo limpio y libre de residuos.
La alimentación, un factor clave
El pelo no solo necesita cuidados por fuera, también por dentro. Una dieta rica en vitaminas A, C, E y del grupo B, además de minerales como el hierro y el zinc, puede hacer maravillas.
Frutos secos, pescado azul, huevos y verduras frescas no solo fortalecen el pelo, también ayudan a que crezca más rápido y con mejor aspecto.
Las proteínas no se pueden dejar de lado. Si el pelo está hecho de queratina, una proteína natural, es lógico que necesite un refuerzo constante. Legumbres, carnes magras y lácteos cumplen con esta tarea a la perfección.
Menos lavados y más cuidado
Lavar el pelo en exceso arrastra los aceites naturales que lo protegen, dejándolo más vulnerable al frío. Lo ideal es espaciar los lavados un par de veces por semana y, siempre que sea posible, usar agua tibia. Un truco simple pero efectivo es terminar el lavado con un chorro de agua fría. Esto ayuda a cerrar la cutícula y le da al pelo un brillo que nunca está de más. Si el cuero cabelludo lo permite, los champús en seco son una buena opción para determinados momentos sin necesidad de usar agua.