Brindando con un virus

Editoriales

Editorial / Miguel Llorens 


Quien todavía no se ha contagiado por el coronavirus, tiene la sensación de que nunca le va a tocar. Es la sensación que yo tenía, y creo que es la lógica, porque no se puede vivir con el miedo constante como motivación en la vida. Sí con precaución, que no es lo mismo, ante situaciones como la que vivimos.

A mí me tocó conocer la realidad del virus el pasado día 28 de diciembre, Día de los Inocentes. Tiene guasa, la cosa… Desde la noche anterior me encontraba extraño, dolorido y con fiebre, por lo que sospeché enseguida que me había tocado la Vespa. Pero ya por la mañana me enteré de que el Centro de Salud empezaba a saturarse y que daban citas para los test para el día siguiente, por lo que opté por la prueba diagnóstica en la farmacia.

Positivo por Covid-19… Bueno, aún estaba bastante bien, dentro de lo que cabe, y di por hecho que pasaría unos síntomas ligeros, porque aparte de que piensas que no te vas a contagiar, crees que si llega el caso, serás casi asintomático. Uno está fuerte, y es casi un chiquillo, claro, aparte de que la variante Ómicron es una mierdecilla de virus, según parece… Vamos, que me fui a casa, me autoconfiné, y cometí un error: no di parte al Centro de Salud.

Hasta entonces, las farmacias estaban informando de los casos positivos al Centro de Salud, pero parece ser que el drástico aumento de casos ha hecho que se adapten los protocolos, y ha de ser el propio paciente quien informe a su médico para iniciar los posibles tratamientos. Así que mi error fue, más bien, mala suerte.

Ese primer día, por la tarde noche, superé los 39 grados de fiebre. Sólo pude estar en la cama, temblando, sudando y delirando. Por la noche tuve alucinaciones, algo que no le deseo ni a mi peor enemigo, y apenas dormí nada. La cabeza me explotaba y quería vomitar, pero como no había podido comer nada, pues era un tremendo esfuerzo inútil.

Por la mañana me bajó la fiebre lo suficiente como para poder pensar mejor, pero el malestar era intenso. El dolor muscular era tremendo, y apenas podía mover las piernas. La garganta empezó a martirizarme también. La llamada del médico no llegaba, pero lo achaqué al gran aumento de casos. Seguí esperando… Otro error, este más grave. No hay que esperar si tienes fiebre alta.

La noche volvió a ser, literalmente, alucinante. Sueños extraños, obsesivos, repetitivos, producto de la fiebre de nuevo desbocada. Dormía 5 minutos y despertaba sobresaltado, angustiado. ¿Pero qué demonios era aquello? Me asusté, y estuve esperando despierto hasta las ocho de la mañana para llamar y pedir ayuda al Centro de Salud… ¡Ahora sí, por Dios!

No tardaron en coger el teléfono, y una doctora, o enfermera, no lo sé, me atendió amablemente. Una vez le indiqué mis síntomas, se apresuró a recetarme antibióticos y corticoides para tratar de frenar la neumonía que el virus trataba de instalar en mi cuerpo. Llamé a mi familia y al poco tenía el tratamiento en casa.

Por la tarde pude ir a realizar otra prueba, esta vez en el Centro de Salud, y pude comprobar personalmente la gran cantidad de gente que se está atendiendo en estos momentos sólo por el Covid… Es normal que la atención primaria esté desbordada, pero es que los recursos alcanzan hasta donde alcanzan, y bastante hace el personal sanitario con intentar atender a todos. ¡Un sobresaliente para todos ellos!

Una vez comencé el tratamiento, mi respuesta fue muy buena, y en 24 horas me sentí mucho mejor. La fiebre se moderó mucho, el dolor de cabeza fue bajando su intensidad y lo más molesto era el dolor de garganta y la tos. Desde entonces, voy mejorando mucho, aunque no será hasta el 7 de enero cuando acabe mi aislamiento. Si esto me preocupaba al principio, estar encerrado, ahora me da igual: me he visto muy jodido y doy gracias por haberme recuperado. Las prioridades cambian mucho en función de las circunstancias.

Sentí pasar solo la Nochevieja, es cierto, pero lo justo. Tuve cena de sobra, dulces, el cariño de la familia y de los amigos, y la cercanía que nos proporciona la tecnología (bienvenida sea en estas ocasiones). Y pude brindar, aunque fuese con un virus al que le desee lo peor en su devenir futuro… Y me quedé tan pancho.

Esta es una pequeña crónica de mi experiencia, hasta ahora, con el Covid, entre otras cosas porque dicen que cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas. Pero también como una pequeña llamada de atención: no hay que confiarse, porque este virus te la puede liar pero bien.

Sé que sois muchos los que estáis en las mismas que yo, aunque la mayoría con muchos menos síntomas, afortunadamente. Ánimo para todos, y confiad en los médicos. Vigilad vuestra fiebre, mucho líquido y no os desesperéis. El Paracetamol a mano y pronto estaremos fuera de nuevo…

Feliz Año y mucha mucha Salud…

Miguel Llorens Tecles

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