Pronto se van a celebrar en Caudete las V Jornadas del Camino de Santiago. Es digno de elogio el entusiasmo que demuestran los directivos de la asociación jacobea de nuestra población, sobre todo teniendo en cuenta que han situado a Caudete en el mapa del Camino a fuerza de tesón, tiempo y, estoy seguro, dinero de sus bolsillos.
Las rutas jacobeas que atraviesan nuestro término no son de las más populares, ni las más concurridas. Pero estoy seguro de que Caudete tiene una de las mejores señalizaciones, incluídas las poblaciones del popular Camino Francés, y uno de los albergues más cómodos y con más encanto de las rutas levantinas, sin contar la ayuda y el ánimo que profesan a los peregrinos los componentes de la Asociación del Camino de Santiago de Caudete. Alguno ha vuelto desde muy lejos…
Yo he hecho dos veces el Camino de Santiago, una en bici desde León, y otra andando por el Camino Primitivo. El Primitivo es el recorrido original, ya que el Rey Alfonso II «El Casto» fue el primer peregrino que fue a visitar la tumba del Apóstol desde Oviedo hasta Santiago de Compostela. Cuando me preguntan qué Camino me gustó más, no dudo en responder que el Primitivo, y andando. Tiene etapas más duras, hay menos albergues, te encuentras mucho barro, hay menos monumentos… pero tiene algo muy especial, y atraviesa unos paisajes increíbles.
De todas formas, el Camino de Santiago es muchas cosas, pero no es algo que nadie pueda definir. Para cada peregrino, la aventura de hacer el Camino es una experiencia única, pero irrepetible. Cuando se termina, en la inmensa mayoría de los casos se tiene la sensación de haber hecho algo grande, pero no es raro repetirlo y tener entonces una percepción distinta. Mejor, o peor, o simplemente distinta.
Son tantos los factores que influyen en eso de «hacer el Camino», que si uno tiene la curiosidad, el empeño o las ganas de probarlo, lo mejor es no preguntar a nadie. Esto es muy difícil, porque a todos los que hemos estado nos gusta contarlo… ¡yo lo estoy haciendo! Pero las preguntas es mejor centrarlas en los consejos para los preparativos, muy necesarios para no arruinar el viaje a los pocos días, más que sobre las sensaciones, o al «cómo te fue». Si estás decidido, hazlo.
A mí me pareció una experiencia inmensa, bonita, dura y muy gratificante. Sueles encontrar a gente maravillosa, como si la buena gente se diese cita allí, y, a pesar de todo, sabes que eso tal vez no sea real, y que luego cada cual tendrá su vida, su carácter,… ¿Todo el mundo será tan bueno, tan amable, tan simpático…? Tal vez no, pero encontrarte en una misma situación, donde entran en juego el agotamiento, las ganas de seguir, a veces lesiones o ampollas, perderse en lugares extraños, pasar hambre en ocasiones, no encontrar el albergue anocheciendo, o ya de noche, pasar frío, mojarte, pasar un calor sofocante, encontrar a alguien que te ayuda, que te ofrece lo que tiene, otro que comparte su vida contigo y lo acabas de conocer… todo eso, conforma una status quo emocional tremendamente potente.
¿Religión, deporte, o la típica frase de «encontrarse a uno mismo»…? No lo sé, pero, ¿qué más da? Creo que los motivos son lo de menos. Lo importante es dar el paso y dejar la comodidad, lo cotidiano, por unos días, y vivir una aventura sin guión previo. Si en eso te encuentras a tí mismo, perfecto, ¡¡siempre que te guste lo que ves, claro…!!
¿Mejor solo o acompañado? Fatídica pregunta, germen de mil y una discusiones, y razón de que al final, muchas veces no vaya ni uno, ni otro… Sólo dejaré caer una constatación de la realidad: no siempre la confianza es sinónimo de un Camino feliz. Valorar con quién ir es un tema delicado, pero el consejo es que quien vaya, esté absolutamente seguro de que desea hacerlo y de que probablemente todo salga de forma distinta a lo planeado. A partir de ahí, que cada cual se ponga en situación y trate de entender si el esfuerzo le compensará, o si será una carga más para su compañero. En concreto, yo lo hice en solitario, aunque pronto encontré a mis compañeros del alma, ésos que cada cual tiene predestinados.
Sinceramente, estoy deseando volver al Camino Primitivo, aunque no está entre mis planes a corto plazo. Son quince días, y catorce noches. Levantarse muy temprano, cuidar los pies con vaselina, andar, comer donde se pueda, lavar la ropa, secarla al sol colgada de tu espalda, andar, conocer a otros peregrinos, contemplar paisajes preciosos, andar, terminar agotado, tratar de dormir, no hacerlo por los ronquidos de los compañeros, dormirse y no dejar dormir tú al resto con tus ronquidos, y levantarse muy temprano…
Y enmedio de todo eso, lo inexplicable.
¡Buen Camino!