Etapa 9 – 01 de mayo de 2018

Me levanto temprano. Antes, incluso, que mi compañero de albergue, Álvaro. La camiseta que me puse ayer me dio fuerza, y me pongo la misma. Estoy muy animado, porque ando casi con normalidad.

Salgo a la calle y no nieva, pero hace un frío intenso. Dos grados bajo cero. El hielo y la escarcha cubren todos los campos, y el paisaje parece nevado.

Me uno con Francoise y Alejandra enseguida. Hablamos durante un rato, pero después sigo a mi ritmo. ¡Parece que llevo alas en los pies!

No sé si el resto de mis compañeros ha salido ya o no, pero casi una hora después me dicen que van detrás de mí, tanto Martín y José, como Alicia y su padre. Visito la iglesia gótica de Castroverde, que me sorprende por su belleza. De hecho, la llaman la catedral de Castroverde. Una señora, que es la guía, me explica muy amablemente todos los datos de esta iglesia, declarada Monumento Nacional en 1979.

Hoy voy disfrutando de andar. Los problemas con mis pies empiezan a ser historia.

Llego a Castroverde, una bonita población donde, al pasar la Casa do Concello (el ayuntamiento), me adentro enseguida en un bosque de castaños.

Paro varias veces, tomo agua, tomo algún dulce, pero no me alcanza nadie. He visto que detrás viene un peregrino, pero no distingo quién es. Durante bastante tiempo, mantenemos una distancia similar, pero no me pilla. Al terminar una cuesta bastante larga, me siento y decido esperar a mis compañeros.

El primero en llegar es Álvaro. Él es quien llevaba detrás y no sabía quién era. Me dice que voy muy bien, que no se creía que fuese yo, conocedor de los problemas que venía sufriendo. Charlamos durante un rato, y él sigue la ruta. Yo espero a mis compañeros, porque pienso que no tardarán.

Sin embargo, pasan unos veinte minutos hasta que aparecen Alicia y Martín. Me alegro de que ya estén allí, conmigo, y ellos, a su vez, también se alegran de mi recuperación. Esperamos a Martín y José, que tardan unos diez minutos en llegar.

Después de tomarse un respiro los argentinos, emprendemos la marcha todos juntos, con destino a Lugo.

Yo sé que en Lugo empezará a cambiar el Camino. Perderá un poco del encanto, de la tranquilidad y de la intimidad del Primitivo. Desde Lugo a Santiago hay 100 Kms. y es el mínimo que se exige para obtener la Compotela, por lo que mucha gente parte desde Lugo con ese objetivo más breve.

La aproximación a Lugo esconde la ciudad hasta que ya estás muy encima. Faltando un kilómetro, no la ves. Pero, al poco, entramos en la ciudad cruzando el puente romano sobre el Miño y descubriendo una ciudad muy animada. Entramos por las murallas, donde puede leerse «Por aquí entró el rey Alfonso II el Casto en el siglo IX, inaugurando el primer camino de Santiago», y nos dirigimos al albergue municipal, que no es de los mejores del Camino.

Como ya me temía, el albergue está repleto. Algún conocido pero, en su mayoría, caras nuevas.

Tras adecentarnos, salimos todos a visitar la ciudad. Vamos hasta la Plaza Mayor, y de allí nos dirigimos a la calle más típica de las tapas. Después de unas vueltas, nos decidimos por un sitio llamado «Ave César». Está vacío, y el dueño nos explica cómo funciona el tema… Hay unos horarios durante los cuales se toman las tapas y pinchos: hasta las cinco, y a partir de las siete de la tarde. De todas formas, el señor, muy amable, nos pone los vinos, las tapas y los pinchos correspondientes que, además, nos sirve a todos como lección práctica.

Al salir, ¡vemos a Eva! Eva siempre aparece por algún sitio, como un angelito solitario. Siempre sonriente, aunque no entienda nada de español.

De allí vamos a la catedral, que es preciosa. Entro con Alicia en la sacristía (Alicia se las sabe todas…) y descubrimos una sala grande, con una gran mesa enmedio. Ella abre el cajón, donde se guardan enormes llaves, y me indica el cuño de la catedral de Lugo, para que selle mi credencial (soy el único que la lleva siempre encima). Estampo el sello más grande de todos los que llevo ya, y reparo en una figura que no he visto al entrar. Se trata de lo que, en principio, me parece una figura de cera… pero que es el sacristán. De edad muy avanzada, está sentado y muy encorvado. Nos mira sin mucho interés durante unos instantes, y luego sigue en su posición original. No logro adivinar si reza o duerme.

Salimos en silencio, y José y Martín comentan que también han tenido ocasión de ver la «figura de cera»…

Tras la visita a la catedral, damos una vuelta por encima de las murallas. Y, después, nos hacemos unas fotos en la plaza, donde conocemos a Fina, una chica de Caravaca de la Cruz. También encontramos a Frat, otro de los peregrinos con el que coincidimos de vez en cuando.

Tomamos otra ronda de tapas, pero ahora ya en el horario correcto y con la lección aprendida. En el segundo sitio me pido tripa, una tapa que no me ha gustado mucho… ¡ni al resto de compañeros! Sólo Alicia se atreve a hacer una pequeña cata del gelatinoso tubito…

Como a las diez de la noche cierran el albergue, emprendemos la retirada y nos preparamos para una nueva etapa.

Las Asociaciones Jacobeas

Gran labor la que realizan las asociaciones del Camino de Santiago. Si no fuese por ellas, y por los voluntarios que en ellas colaboran, el Camino de Santiago no podría ser una realidad. Ellas son las que velan por la correcta señalización del Camino, las que controlan que los albergues funcionen correctamente, sin que falte de nada a los peregrinos, las que se ocupan de actualizar datos, las que están cerca del peregrino en su viaje a Compostela… aunque no las veamos directamente.

Pero están ahí, y todos los que emprendemos el Camino debemos darles las gracias.

Cuando uno se encuentra con una flecha amarilla, es porque alguien se ha preocupado de ponerla ahí. Alguien que conoce el valor que tiene para el peregrino. Es sólo un poco de tinta… ¡pero cuánto se alegra el caminante cuando la ve!

Cada asociación del Camino se ocupa de su zona, pueblo o término municipal. Y el conjunto de todas las asociaciones, forman la Federación del Camino de Santiago.

En Caudete también tenemos la nuestra, porque aqui confluyen el Camino del Levante y la Ruta de la Lana. Una gran labor la que realizan, y que hace que cada vez estos Caminos tengan más peregrinos.


 

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