Etapa 13 – 05 de mayo de 2018
Llegó el gran día… Si todo transcurre normal, llegaremos a la Plaza del Obradoiro sobre la una y media de la tarde. Las emociones empiezan a estar a flor de piel.
Hoy soy el primero en estar preparado, y aguardo a mis compañeros, y amigos del alma, en la puerta del albergue.
Miro mis chanclas, y sonrío. ¡Ya casi me han llevado a Santiago!
Salimos enseguida y, tras desayunar en una cafetería, nos ponemos a andar a buen ritmo. Nos unimos a los numerosos peregrinos que comparten ruta y, a mediodía, llegamos al Monte del Gozo, último y emblemático paso previo hasta llegar a la catedral de Santiago.
Nos hacemos muchas fotos en ese lugar, porque supone el haber llegado a nuestro objetivo: estamos rozando la catedral, que vemos mejor cuando nos acercamos a las grandes estatuas de los peregrinos que apuntan con sus manos hacia ella. Muy pocos kilómetros nos separan del fin del Camino.
Pasamos junto al enorme complejo del albergue de Monte del Gozo, con más de 500 plazas, y bajamos hacia la ciudad.
Vamos hablando animadamente, hasta que en uno de los cruces, junto a un semáforo, hay un coche parado. Dos hombres desde el interior nos hacen señas. Pienso que igual se quieren hacer una foto con peregrinos, o qué se yo… Señalan a los asientos de atrás.
Nos asomamos… ¡y allí está Juliana! No me lo puedo creer… Baja Juliana del coche, llorando, y me da un abrazo sincero, emocionado, que me conmueve profundamente. Apenas puedo contener las lágrimas.
Todos la abrazan. «Te dije que llegarías… ¡Y aquí estás!», le digo. «¡Gracias a ti!», y vuelve a abrazarme.
Otra de esas cosas por las que, por sí solas, ya vale la pena haber hecho el Camino. Un momento de mucha felicidad.
Enseguida se va con su familia, pero la buena suerte ha hecho que pudiésemos reencontrarnos para este abrazo tan emotivo…
Seguimos adentrándonos en Santiago. Mi mujer, Yol, me espera en la Plaza del Obradoiro desde hace tiempo, y estoy deseando llegar. Al pasar junto a un bar, oímos que están tocando en directo música con gaitas y tambores. Entramos a tomar una caña, pese a mi impaciencia.
Poco después de salir del bar, encontramos una celebración en la calle en la que participan niños. El padre de Alicia continúa la marcha, hay mucha gente en las calles, y yo lo sigo. El resto se ha parado, y no viene. Martín se vuelve, pero le digo que yo continúo, que nos vemos en la catedral.
Como llevo activa mi ubicación en tiempo real en el móvil, mi mujer sabe por donde voy. Poco antes de llegar a la catedral, la veo grabándome en vídeo desde la mesa de una cafetería. Corro, y nos fundimos en un abrazo… Me acompaña hasta la catedral y, nuevamente, hago un esfuerzo por contener las lágrimas… aunque alguna sale. ¡Objetivo cumplido! Vienen a mi mente todos los momentos, buenos y malos, que he pasado en estas dos semanas, y busco con la mirada a Alicia, su padre, Martín y José.
Al momento, llegan mis compañeros… Nos abrazamos todos… ¡¡Lo conseguimos!!
Entramos en la catedral, junto con los italianos, que hemos encontrado en ese mismo punto, y damos el preceptivo abrazo al apóstol Santiago.
Tras las fotos y una animada conversación entre todos, nos queda un último trámite: recoger nuestra merecida Compostela.
Durante más de dos horas, hacemos cola en la Oficina del Peregrino para recogerla. Es increíble la cantidad de peregrinos que va llegando de manera constante… Un total de dieciséis voluntarios firman las Compostelas que certifican el peregrinaje realizado. Aún así, todo se queda corto para atender, en un tiempo razonable, a los cientos de peregrinos que aguardamos pacientemente en la cola.
Una vez con nuestro preciado tesoro, nos dirigimos cada uno a su nuevo alojamiento. Mis cuatro compañeros van a un hotel, donde han cogido dos habitaciones, y yo voy con mi mujer al que previamente ya teníamos reservado.
Una cena en el restaurante Fogar do San Tiso, a las afueras de Santiago, con los amigos de Alicia, Bea y Raúl, pone el punto final a un Camino inolvidable, y el punto y seguido a nuevos Caminos para el futuro…
Un fuerte abrazo a todos los que lo compartieron conmigo, y Buen Camino…