Etapa 3 – 25 de abril de 2018

A las ocho de la mañana salgo del albergue. Voy solo, y me cuesta empezar a andar por el dolor de pies, aunque al rato, tras calentarse, tengo la sensación de ir un poco mejor.

Nada más salir de Salas en dirección a Tineo se llega a un bosque. Es muy agradable caminar por las sendas que lo atraviesan.

Camino un par de horas, hasta que alcanzo a Juliana. Decido no adelantarla, y vamos juntos, mientras ella me comenta que el día anterior lloró mucho, porque se encontraba muy mal.

Juliana no ha tenido una vida fácil. Y durante años, ahorró para poder venir al Camino de Santiago. Se informó hasta la saciedad y, cuando podía, se iba comprando el material que necesitaría para su peregrinación: el calzado, la mochila, la ropa… El Camino era su gran ilusión. Por eso, después de tanto soñar con hacerlo, la desesperaba ver que estaba a punto de abandonarlo. Lloraba más de rabia que de dolor.

Yo le dije que si lloraba en el Camino, sus lágrimas la harían cada día más fuerte. Si lloraba en su casa, sus lágrimas le sabrían a frustación. Pero, como es lógico, si no se puede, hay que ser responsable. Uno tiene que ser capaz de saber hasta dónde puede llegar… Y éste es un buen lugar para comprobarlo.

La ruta se hace larga, y Tineo no aparece por ningún lado. Empiezo a cojear, pero trato de disimularlo, aunque poco a poco dejo los disimulos a un lado y ando como mejor puedo.

Juliana parece ir mejor que yo, ¡algo es algo! Llegamos a Tineo, pero hay que bajar todavía un buen trecho hasta llegar al albergue. Nos decidimos por el albergue más lujoso de todo el Camino: el Palacio de Merás. Es un hotel de cuatro estrellas que dispone de un albergue en consonancia con el resto de instalaciones: baños de mármol, tarima flotante, departamentos de cuatro literas, sauna, baño turco… ¡Un lujo! Además, disponen de un menú para los peregrinos que sólo cuesta 12 euros en el restaurante del hotel.

José, Martín y yo no dejamos la sauna sin probar, como tampoco el baño turco. Después, Juliana, Ágata y su madre Teresa, de Polonia, Martín, José y yo damos una vuelta por Tineo, y acabamos cenando en un bar, donde degustamos los embutidos y productos de la tierra. Me temo que voy a llegar a Caudete con más kilos de los que traía…

El barro

El barro es un gran enemigo del peregrino en el Camino Primitivo. Existen muchas zonas donde es imposible evitar colarse hasta los tobillos.

Bastones o bordón son muy necesarios en estas zonas, ya que llevar los pies húmedos a consecuencia de meter los pies en el agua o el barro, puede provocar problemas de ampollas o rozaduras, ya que la piel se ablanda.

Descubrí que intentar sortear el barro por zonas de hierba puede ser contraproducente. Especialmente, si la hierba está a un nivel más bajo que el barro. Por causa de la gravedad, que es muy suya, el agua tiende a formar lagunas-trampa bajo la tierna apariencia de un manto de césped. Cuando quieres rectificar, es demasiado tarde.


 

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