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Caza de Brujas (puritanismo) en la Universidad de Evergreen, Estados Unidos Artículo de Óscar de Caso

Óscar de Caso

La historia del puritanismo alcanzó su punto máximo en el siglo XVIII con los pioneros estadounidenses y, en el siglo XIX, con la moral victoriana británica. Durante el siglo XX reaparecerá como una moral reaccionaria y otras, en especial desde los años ochenta hasta el presente, en el seno de movimientos supuestamente progresistas.

En el caso de esta universidad nos permitirá constatar cómo, mediante la corrección política y la fiebre identitaria se ha dejado notar en ambientes intelectuales y académicos progresistas anglosajones. La historia sucede, de hecho, en uno de los jardines del Edén de la izquierda cultural de Estados Unidos, la Universidad de Evergreen de Washington, especializada en artes y humanidades y fundada en 1967 al calor de las luchas por la emancipación racial de los negros.

Allí, desde los años setenta, los estudiantes de las minorías se han ausentado voluntariamente del campus para celebrar el «día de la ausencia», que sirve para que los estudiantes blancos sientan lo que sería la desaparición de sus compañeros negros. Tras el día de la ausencia, los estudiantes celebran «el día de la presencia», en el que todo el campus está invitado a actividades en la que se recuerda la lucha por los derechos civiles y la enorme riqueza intelectual, artística y humanística que las minorías han aportado a este país multicultural. Este doble ritual siempre había sido instructivo e inspirador.

La generación de estudiantes que empezó a entrar en las universidades durante la última década no solo piensa que vive acosada por las injusticias del sistema –esto ocurre siempre– sino que padece niveles de estrés y de depresión más propios de un escenario bélico que de una sociedad pujante.

En 2012, cuando Barack Obama era presidente de Estados Unidos, las comunidades étnicas minoritarias empezaron a experimentar lo que les parecía un retroceso a raíz de unos episodios de violencia que implicaban a la justicia: asesinatos, aparentemente impunes, cometidos por policías blancos sobre individuos negros. La caza de brujas se desató en la universidad en 2017. El sentimiento de las minorías étnicas, particularmente entre los jóvenes, había empeorado desde que Donald Trump había ganado las elecciones, había apoyado verbalmente a miembros del supremacismo blanco, promoviendo una América blanca, anglosajona y protestante. El orgullo racial había desembocado muchas veces en algo abiertamente racista.

Yusra Khogali, líder del movimiento BlackLivesMatter (BLM), publicó en Facebook: «La blancura no es humana. De hecho, la piel blanca es infrahumana. Todos los fenotipos existen dentro de la familia negra. Los blancos son defectos genéticos de los negros. La gente blanca tiene una mayor concentración de enzimas inhibidoras que suprimen la producción de melanina. Son, por tanto, genéticamente deficientes, porque la melanina está relacionada con la creación de la vida. Los negros somos los mejores y más fuertes de todos los humanos. Nuestra genética es la fundación de toda humanidad. La gente blanca necesita del supremacismo blanco para protegerse y sobrevivir. La gente negra podía erradicar a la blanca si tuviéramos el poder». Este tuit no fue tachado de racista por la prensa, cuando no su defensa era síntoma de ese narcisismo tribal que para entonces había penetrado ya en medio de las tensiones de la era Trump, en el siempre nauseabundo territorio de la raza.

A lo largo de todo el país, los choques entre estudiantes de las minorías étnicas con compañeros favorables a Trump o críticos con la corrección política dominante se habían convertido en una cantinela habitual. En estas circunstancias, la universidad de Evergreen, tomó una decisión controvertida. En consonancia con el endurecimiento de la retórica negra en todo el país, propuso que los estudiantes de minorías no se marchasen ese día de la ausencia, sino que se «invitara» a abandonar el campus a profesores y a estudiantes blancos.

Bret Weinstein, un profesor progresista de bilogía escribió un correo a todo el personal docente de esta universidad: «Cuando describió por primera vez la nueva estructura para el ‘día de la ausencia/día de la presencia’ en una reunión de la facultad, donde no hubo espacio para las preguntas, pensé que debía de haber atendido mal a lo que dijo. Ahora veo que sí había atendido a sus palabras. Hay una gran diferencia entre grupo o coalición que decide ausentarse voluntariamente de un espacio compartido para resaltar sus roles vitales y poco apreciados; y un grupo o colación que empuja a otro a marcharse. Lo primero es un llamamiento contundente a la conciencia, lo segundo una demostración de fuerza y un acto de opresión en sí mismo. Puede tomar esta carta como una protesta formal por la organización del evento este año, y puede asumir que estaré en el campus el ‘día de la ausencia’. En un campus universitario, el derecho a hablar, o a quedarse, nunca debe basarse en el color de la piel».

Su e-mail desencadenó una caza de brujas que enturbió por completo la convivencia en el campus y que incluso degeneró en violencia. Estudiantes furiosos exigían a Weinstein que pidiera perdón por su gravísima ofensa y dimitiera de inmediato. Lo que convierte los sucesos de Evergreen en algo insólito es que los estudiantes habían tomado el poder y nadie se atrevía a reconducirlo; dijeron que la libertad de expresión no es válida cuando la vida de los estudiantes negros y transgénero está en peligro. Pero ¿estaban sus vidas en peligro en la progresista, hiperprotectora y elitista Universidad de Evergreen? No. El profesor Weinstein, que insistía en identificarse como «profundamente progresista», tenía que marcharse por haber pasado a ser una herramienta de la extrema derecha y un peligro para la comunidad.

En España, por ejemplo, es habitual que alguien sea acusado de estar a favor de la muerte de las mujeres si critica algún punto de nuestra ley de protección de las víctimas de la violencia de género, o que sea tildado de monstruoso racista cualquiera que ponga en duda los alegatos de activistas chifladas como los de la organización Afroféminas. La retórica del estigma, en la que todo comportamiento o idea puede transformar a cualquiera en el enemigo mortal de una causa noble, ha permitido que los elementos más extremistas y autoritarios de los movimientos sociales tomen el control. Como ha quedado claro, en las cazas de brujas no hay absolutamente nada que discutir.

El estigma no solo destruye al hereje, sino también el diálogo. Fuerza a quien lo sufre a defenderse, lo cual es una trampa que obliga a jugar el juego de los inquisidores e induce al resto a posicionarse en favor o en contra de un individuo y a no discutir las causas del escándalo.

La caza de brujas fue subiendo de temperatura hasta poner Evergreen patas arriba. Sin embargo, lo más insólito de todo, lo más descorazonador, fue la postura del rector de la universidad, George Bridges, un tipo tremendamente pusilánime. El rector se doblegó ante la caza de brujas con estas palabras: «Creo que sus preocupaciones son legítimas. Articulan ideas sobre la raza, la etnia, el poder y el privilegio, y estamos tomando nota de ellas». Durante las protestas los estudiantes lo encerraron en su despacho y bloquearon puertas y ventanas. No se rebeló, no defendió al profesor Weinstein, ni impuso su autoridad, sino que entregó ésta, envuelta en un lazo. En una escena maravillosa, perturbadora, grabada y difundida por los propios estudiantes, el rector de Evergreen suplica a los alumnos que le permitan ir al baño, pero estos se niegan. «Aguántate.» Finalmente, le dejan ir a orinar, eso sí, acompañado por dos guardianes que le vigilarán en todo momento.

«¿Es eso verdad?», le preguntaría más tarde a Bridges el reportero de Vice News. Eso es lo que los estudiantes sintieron que era verdad». Responde. ¿Qué quiere decir?» «Eso es lo que dijeron, que si quería ir al baño tenían que acompañarme dos estudiantes. Me hicieron sentir seguro». El rector Bridges cedía más y más ante los líderes de la protesta, que grababan y emitían en las redes sociales cada uno de estos encierros a los que lo sometían.

No se juzgaba a un individuo ni se discutían sus ideas, sino que se utilizaban siniestros arquetipos identitarios para inhabilitar el derecho de ciudadanía de unas personas que habían transgredido un tabú. En ningún momento el pusilánime rector osó discutir a esa multitud fanatizada de niños de clase alta ni uno solo de sus delirios victimistas.

NOTA POSTERIOR.- Hace algún tiempo, grupos de ciudadanos «cancelaron» en España dos seminarios sobre prostitución antes de que se celebrasen, y lograron que el profesor Pablo de Lora abandonara un congreso sobre transgénero por considerar heréticas algunas de sus opiniones. Sin duda, en los próximos años veremos muchos casos más, y quién sabe si un Evergreen español.

POSDATA.- El criterio de Juan Soto Ivars contenido en el libro «La casa del ahorcado» sobre lo políticamente correcto y su consecuente puritanismo me han movido a hacer un pequeño resumen del mismo.

«En blanco y negro» es el título del disco que contiene la canción de hoy titulada «La vida no vale nada» de 1995. Está compuesta y cantada por Pablo Milanés. Cuenta en ella lo que no le merece nada de esta, su vida. Adiós Pablo, y siempre gratitud.

 

La vida no vale nada

si no es para perecer

porque otros puedan tener

lo que uno disfruta y ama.

La vida no vale nada

si yo me quedo sentado

después que he visto y soñado

que en todas partes me llaman.

La vida no vale nada

cuando otros se están matando

y yo sigo aquí cantando

cual si no pasara nada.

La vida no vale nada

si escucho un grito mortal

y no es capaz de tocar

mi corazón que se apaga.

La vida no vale nada

si ignoro que el asesino

cogió por otro camino

y prepara otra celada.

La vida no vale nada

si se sorprende a mi hermano

cuando supe de antemano

lo que se le preparaba.

La vida no vale nada

si cuatro caen por minuto

y al final por el abuso

se decide la jornada.

La vida no vale nada

si tengo que posponer

otro minuto de ser

y morirme en una cama.

La vida no vale nada

si, en fin, lo que me rodea

no puedo cambiar cual fuera

lo que tengo y que me ampara.

Y por eso, para mí,

la vida no vale nada.