Black Friday, Cyber Monday… Hoy me llegan ofertas de la Black Week. Seguro que algunos están montando ya el Cyber Month, y el año que viene dejamos instaurado el Black PaSiempre.
¡Menudo bombardeo! Hasta hace bien poco, la moda del Black Friday era la antesala, la preparación, digamos, de la campaña de ventas navideñas. Aquí, que nos gustan tanto las cosas con nombre en inglés (Viernes Negro seguro que no habría calado tanto…), copiamos enseguida las modas que impliquen consumir. Sobre todo, consumir, aparentemente, más barato.
Es cierto que estos días se pueden encontrar gangas, descuentos, chollos… Pero tampoco exageremos: las ventas por la red no están tan controladas como las del comercio tradicional, y es muy fácil añadir «80% de descuento» a algo que, muchas veces, se coloca por primera vez a la venta.
El caso es que está demostrado que cuando nos ponen por delante la palabra DESCUENTO, perdemos el norte. Y también está demostrado que cuando pasan estos días, y los del reparto han dejado en tu casa tropecientos paquetes, a algunos les entra cierta preocupación. «¿Cuándo pedí yo esto…?» Y lo peor… «¿Y qué hago yo ahora con este trasto?»
Comprar barato es fantástico… si realmente compras algo que necesitas. Pero comprarse un móvil nuevo cuando el que tienes funciona perfectamente, sólo porque tiene un giga más de memoria o es una pulgada más grande, no es especialmente práctico. Cuando lo utilicemos una semana, lo veremos como el anterior. ¿Valió la pena gastar esos 400 euros…? Normalmente, juraremos que sí, pero seguro que un porcentaje alto, por dentro, pensará que se precipitó.
Y sin darnos cuenta, estamos ya en el periodo de compras navideñas. Y una vez nos han encendido la mecha consumista, somos difíciles de controlar… Mi consejo es que nos paremos a pensar un poco antes de comprar. Porque, además, luego vienen los efectos secundarios. Siguiendo el ejemplo del móvil, ¿a nadie le ha pasado que se ha comprado uno muy barato, y luego el idioma que podía elegir era el chino, el coreano o el japonés?
Comprar, para la mayoría de la gente, es algo placentero. También para mí, ¡cómo no! Pero soy el primero en reconocer que nos dejamos arrastrar por esa fiebre que nos ciega, y que nos lanza al espacio virtual, sin escafandra ni nada, de modo que nos conocemos mejor el número de nuestra Visa que el DNI.
Eso sí, respecto a las compras de Navidad, si al final hay que hacerlas, mejor ahora que a finales de diciembre. Los precios suben bastante, sobre todo en juguetes y alimentación, así que lo de congelar el pescado, sigue siendo un buen consejo que deberíamos aplicarnos.
En fin, disfrutad, pero apuntad en una lista todo lo que compréis, no sea que en el fragor de las compras, algo lo adquiráis más de una vez…
Caudete Digital