En la dinámica de la política no existen muchas concesiones a la generosidad, pero me pregunto por qué es obligatoria la ausencia del respeto. Los Plenos de nuestro pueblo, desde tiempos inmemoriables, son generalmente un tiempo de discordia, de enfrentamiento y de poca consideración a los ciudadanos.
En muchos casos, se trata también de un tiempo perdido, puesto que la información que se transmite al pueblo es vaga, difusa y nada concreta, algo de lo que muchas veces los propios participantes en los Plenos se encargan de llevar a cabo por propio interés. No voy a acusar a nadie en concreto, porque cada cual intenta sacar su propio provecho. Haber participado en muchos Plenos me da una visión más cercana del tema, y viendo cómo discurren los actuales, no tengo más remedio que aceptar que, por desgracia, esto no mejora. A veces, incluso empeora.
Los Plenos tienen el objetivo de sustanciar oficialmente lo que antes se ha debatido en comisiones. Es decir, los debates y las conclusiones sobre los puntos a tratar en un Pleno ya están decididos antes de entrar al Salón. ¿Por qué, entonces, no va todo más rápido? El Pleno debería tener una función fundamental, sobre todo en Caudete, donde se retransmiten por televisión, que es comunicar información de primera mano del alcalde y los concejales electos a sus ciudadanos.
Pienso que precisamente el hecho de que los Plenos se retransmitan por televisión hace que éstos se conviertan en poco menos que en un reality show. Saber que se tiene un numeroso público hace que todos se conviertan en actores, y todos quieren ser el protagonista de la película. Nadie quiere quedar por debajo, y si lo que dice uno no interesa, lo interrumpo para que no se oiga o para distraerlo. Viejas tácticas que ahora cobran más importancia ante la audiencia televisiva.
El alcalde es el responsable de ordenar y dirigir un Pleno. Su función, sobre todo, es la de moderar las intervenciones, y su participación directa debería ser mínima, puesto que para eso están los concejales delegados en cada área. En este caso, Mollá suele hacer todo lo contrario. Lo ha hecho siempre así, y lo seguirá haciendo. Personalmente, pienso que es un error, y alguna vez se lo he dicho, pero es una cuestión de carácter. Es verdad que en ocasiones provoca una tensión innecesaria, y eso afecta a todos, incluidos los suyos.
Llevar razón o no, a veces, es intrascendente cuando uno es el moderador de un debate. Templar los ánimos y aportar serenidad en un Pleno es fundamental, y cobra más importancia que intentar monopolizar la sesión. Además, cada concejal debe tener su propia autonomía para defender sus puntos, salvo excepciones que puedan tener justificación. Lo contrario puede interpretarse como una intromisión, o como una falta de preparación en el concejal delegado, algo que no suele ocurrir.
Yo reclamo, casi exigiría, que los Plenos cambiasen de signo, y se pasase de la falta de formas, a unos debates más ordenados y con más respeto entre todos. Aparte de por pura educación, por decencia y decoro. Comprendo que el esfuerzo debería ser tremendo, pero no creo que el actual desarrollo de los Plenos beneficie a nadie. Desde luego, el mayor esfuerzo corresponde al alcalde, y no estaría de más diseñar de antemano un guión mucho más riguroso de lo que tiene que ser un Pleno verdadeamente operativo.