nannie caudete digital

De cómo sustituimos la intuición por las estrellitas Artículo de Óscar de Caso

Óscar de Caso

Con su hijo Giulio en brazos, un bebé de cuatro meses, Teresa se pasea por el salón mientras decide qué película ir a ver con su marido, que está jugando con la pequeña Isabela en el sofá. Están terminando de arreglarse para salir en cuanto llegue a su casa, en un céntrico barrio de Madrid, alguien a quien han contratado a través de Nannyfy, una app española que cuenta con unos cuatro mil canguros (la mayoría, mujeres) en media docena de ciudades españolas.

De Elena, la cuidadora que esperan, sólo saben que tiene 33 años, es psicóloga y se pasó dos años trabajando de canguro en Australia. Lo pone en su perfil de Nannyfy, donde Elena tiene, además, cinco estrellitas, la máxima puntuación en este Uber de las nannies.

Confiar en lo que otros opinan de la desconocida que cuidará del bebé es un paso más en la mutación de la confianza en la era de internet.

Nannyfy también permite a los padres poner filtros para seleccionar una canguro al gusto de las diecisiete mil familias inscritas: «Buscábamos a alguien mayor de treinta años, con titulación relacionada con el cuidado infantil y, además, reseñas muy positivas de otros padres» –explica Teresa mientras le da a su hijo Giulio un sonajero para que se entretenga–. «¿Por qué no nos íbamos a fiar más de la hija de la prima de la portera, si tampoco la conocemos, que de alguien con buenas referencias en una app? Además, cuando alguien te hace el favor o viene recomendado por amigos, no puedes ponerte tiquismiquis, pero aquí sí puedo buscar a alguien con la edad y la experiencia que yo quiero que tenga la persona que se quede con mis hijos».

Servicios como Nannyfy quieren objetivar algo que hasta ahora se dejaba a la intuición y, a menudo, a la inercia o a la casualidad. La toma de decisiones está sustituyendo la intuición por las estrellitas. Es la nueva confianza exprés de la era de las prisas. Salimos del círculo de confianza tradicional porque cada vez queremos tomas decisiones más rápidamente y con más información. Cuando los pequeños Giulio e Isabela crezcan, en vez de decirles que no acepten caramelos de desconocidos, tal vez sus padres les adviertan de que antes comprueben cuántas estrellas tienen en sus perfiles sociales.

Los empleados de esta startup no llegan a una docena y no dan abasto para revisar las solicitudes para entrar en su plataforma a trabajar. «Nuestra tasa de aprobación de canguros es del 41 por ciento y tenemos en espera más de setecientas pendientes de validación», cuenta con orgullo Claudia de la Riva, fundadora de Nannyfy, desde su oficina de Barcelona. Las candidatas no pasan la entrevista en persona, todo es digital. Tampoco son empleadas de la plataforma, que solo actúa de intermediaria. Allá cada una si cumple la recomendación de hacerse un seguro de responsabilidad civil.

En el caso de Nannyfy, que también ofrece canguros digitales que juegan con los niños y los controlan por videollamada a través de la pantalla, no solo las cuidadoras están validadas, también las opiniones de los padres. A través de un estudio de mercado, la app de canguros buscó qué variables eran las que más valoraban los padres en una nanny y creó cuatro apartados para medir la confianza: puntualidad, simpatía, responsabilidad y capacidad de resolución. Cuando el padre o la madre han puntuado todos los apartados, ya puede dejar un comentario sobre el servicio que verifican internamente. ¿Pero se puede realmente cuantificar la fiabilidad que alguien nos inspira?

POSDATA.- Mi admirada periodista Marta García Aller es la autora de este resumido trabajo contenido en el libro «Lo imprevisible», hecho por un servidor.

«Pregón», poema escrito por el señor Benedetti, don Mario. Incluido en el libro «Poemas del más acá», finaliza el escrito del día de hoy. Es una auto introspección de la pobreza de un pobre, pretendiendo vender dicha pobreza a las personas que pasan delante de él.

Los signos de puntuación los ha puesto un servidor para una mejor comprensión. El gran poeta uruguayo se servía poco de ellos.

 

Señor que no me mira, mire un poco,

yo tengo una pobreza para usted.

Limpia, nuevita, bien desinfectada,

vale cuarenta se la doy por diez.

Señor que no me encuentra, busque un poco,

mueva la mano, desarrime el pie,

busque en su suerte, en todos los rincones,

piense en las muchas cosas que no fue.

Le vendo la pobreza, es una insignia

en la solapa puede convencer.

Que cosas raras pasan en el mundo,

Usté tiene agua, yo no tengo sed.

Tiene su cáscara, su dios, su diablo,

su fe en los cielos y su mala fe.

Lo tiene todo menos la pobreza,

si no la compra, llorará después.

Va como propaganda, como muestra,

quizá le guste y le coloque cien.

Pobreza sin los pobres, por supuesto,

ya que los pobres nunca huelen bien.

Pobreza abstracta sin harapos, pulcra.

Noble al derecho, noble del revés.

Pobreza linda para ser contada

después del postre y antes del café.

Señor que no me mira, mire un poco,

yo tengo una pobreza para usté

Mejor no se la vendo,

se la regalo por esta única vez.