En España, lo de ir a votar se está convirtiendo en rutina. Por desgracia, no por votar más, somos un país más democrático…
La situación de bloqueo político que vive nuestro país empieza a ser preocupante, pero nuestros políticos parece que no tienen otra solución que convocar elecciones y dejar que los ciudadanos resolvamos su pequeño problema. Es una buena forma de quitarse de encima la responsabilidad y su inmensa incapacidad para desempeñar su trabajo. Un trabajo que, por cierto, está muy bien remunerado.
La situación no creo que cambie mucho después de las próximas elecciones. Vistas las declaraciones de unos y otros, a priori no se contempla ningún cambio, ni negociación, que no sean las típicas combinaciones izquierda-izquierda, derecha-derecha, que ya conocemos. Y si es así, mayo es un bonito mes para salir a votar de nuevo.
Hace tiempo que se vislumbran posibles soluciones. Son soluciones drásticas, casi impensables, disparatadas dirán algunos, pero soluciones, al fin y al cabo. Pero eso de dar el brazo a torcer es algo que ni se plantean, aunque si fuese necesario repetir otras elecciones, creo que los ciudadanos ya no estaríamos dispuestos a permitirlo. Sobre todo, por una pregunta bastante sencilla: ¿hasta cuándo?
Se les llena la boca de palabras como diálogo, consenso, negociación… para luego no ponerlas jamás en práctica. Estamos tan acostumbrados a que nos mientan, que lo vemos normal. Antes se maquillaban las mentiras, pero ahora mienten en nuestra cara de una forma institucionalizada. Y no pasa absolutamente nada.
Parece ser que en España hay dos formas de tener un gobierno. Una es que los votantes otorguen mayoría absoluta a derecha o izquierda. La otra es que haya un milagro.
En mi opinión, hay otras formas de gobernar un país. En el nuestro, por sus circunstancias, también son dos: un gobierno de coalición entre constitucionalistas, o uno entre quienes no desean que la Constitución sea la base de nuestro Estado de Derecho. Creo que esto está bastante claro, así como que no son los colores políticos los que deberían impedir el consenso, sino la esencia misma de lo que queremos como país.
¿Qué prefieren los ciudadanos, un gobierno formado por un constitucionalista como Sánchez, sustentado, y constantemente chantajeado, por nacionalistas, u otro en el que Sánchez gobierne junto a fuerzas políticas antagónicas pero que compartan modelo de país? ¿Cómo avanzaríamos más? Es cierto que el modelo territorial no lo es todo, pero en estos momentos el nacionalismo radical está impidiendo que el país en su conjunto avance, una situación que, aparte de inverosímil, es ya insostenible.
En una situación de emergencia política como la actual, ¿sería posible un pacto de Estado, un gobierno de consenso, o como queramos llamarlo, entre PSOE y PP, al margen de que pudieran sumarse otras formaciones? ¿Podrían dejarse al margen los partidismos, y mirar exclusivamente por los ciudadanos? Indudablemente, sería complicado, pero nadie ha dicho que esto sea fácil, ni que la política tenga que ser un camino de rosas.
El caso de Unidas Podemos es especial, porque por un lado se declara del lado de la Constitución, pero por otro abre la puerta a un posible referéndum en Cataluña, o al derecho a la autodeterminación, con lo que se autocierra las puertas a pactos de Estado como el mencionado. Algunas de estas líneas rojas son las que mantienen la discrepancia PSOE-UP y la imposibilidad de acuerdos entre ambas formaciones. Los dos partidos han tenido recientemente la posibilidad de formar un gobierno más o menos estable, pero ya sabemos cómo acabó la cosa.
Sinceramente, dudo mucho que este tipo de consensos PSOE-PP puedan darse, hoy por hoy, en España. Nos falta mucho para eso, y con el nivel de nuestros actuales políticos, pretender que miren más allá de sus propios partidos es una utopía.
En cualquier caso, nunca se sabe si las urnas harán que todo dé un vuelco el próximo domingo, en un sentido u otro. Pero como no sea así, tendremos un problema…
Caudete Digital