Intentar politizar un desfile como el de los Reyes Magos me parece bastante miserable. Lo digo por el desfile que mañana, si el tiempo no lo impide, tendrá lugar en el distrito de Puente de Vallecas de Madrid, en el que está previsto que junto a los Magos de Oriente desfile otra carroza con tres «drag queens».
Opinar sobre todo aquello que haga o deje de hacer el colectivo LGTBI siempre suscita recelos. Tenemos miedo a que nos tachen de machistas o cosas semejantes. En mi caso, me es indiferente. Yo soy totalmente respetuoso con las personas, y no incluyo, ni excluyo, a nadie con esta afirmación: respeto a todas las personas por el mero hecho de serlo.
En el caso de Vallecas, me parece estúpido mezclar política e ideología con actos para niños, pero no ataco al colectivo que lo organiza, sino al que lo autoriza, verdadero responsable del desfile. Desde luego, no me subo por la paredes, ni me atormenta especialmente: sólo me parece algo un tanto idiota.
El desfile de los Reyes Magos conmemora una larga tradición, con raíces religiosas, que tiene unos protagonistas muy concretos. Si Ahora Madrid no está de acuerdo con este desfile, por su base religiosa, lo sensato sería que no lo organizase, o que delegase en alguna de las muchas asociaciones que estarían dispuestas a celebrarlo adecuadamente, con mayor o menor presupuesto, pero seguro que con más interés hacia los niños.
Porque convertir ese desfile en otra cosa, es hacer otra cosa. Encima, intentando manipular ideológicamente y, lo que es peor, intentando provocar y, por lo tanto, hacer un daño gratuito, aunque sea «suave», en ciertos sectores de la población.
Cuando se celebra el Día del Orgullo Gay, nadie se mete con el colectivo LGTBI (siempre hay excepciones, seguramente), porque el sentido común, y el respeto, nos indican que es una fiesta que, como cualquier otro grupo de personas, tiene derecho a celebrar como mejor le parezca.
¿Por qué intentar destruir todo lo que huela a tradición en este país? Esto no ocurre en otros países, al menos no de la forma que ocurre aquí. El patrimonio cultural se protege mucho mejor que en España, donde las tradiciones forman parte de ese legado cultural de todos nosotros, pero que, sin embargo, nos cuesta mucho defender.
Cada vez somos un país más acomplejado. Y de extremos. Y, sobre todo, de ese pegajoso buenismo que nos consume poco a poco, y que nos lleva a la autodestrucción de tantas y tantas cosas, en nombre de… ¿igualdad? ¿derechos? ¡Nada de eso! En nombre de la estupidez. La igualdad, la aceptación, el respeto mutuo, la normalización… no es nada de esas tonterías, ni inventar palabras «paritarias», ni destrozar el castellano con «el los las unos unas…», que no es sino falta de cultura, y nada más.
Creer que porque en el desfile de Reyes saquemos Reinas vamos a tener menos asesinatos machistas, es de ilusos. O que eso va a conseguir que se respete más el colectivo LGTBI, también. En mi opinión, cada cosa tiene su espacio, y su momento. Me encanta ver la Gala Drag Queen en el Carnaval de Tenerife, es un espectáculo muy entretenido, pero yo dejaría ya de mezclar unas cosas con otras, y respetaría más al conjunto de los ciudadanos, que ya estamos cansados de este modernismo decadente que nos invade.