El derecho a morir

Editoriales

Si el derecho a la vida es sagrado, cabría preguntarse si también tenemos derecho a la muerte. A una muerte digna. Es decir, si la eutanasia debería ser una opción en nuestra sociedad.

José Antonio Arrabal grabó su propio suicidio para reclamar la eutanasia. Padecía ELA, una terrible enfermedad que va degenerando el cuerpo hasta convertirlo en casi un vegetal, y este hombre no quería llegar a eso. Por eso, cuando todavía era capaz de usar una mano y de absorber, pidió a su familia que lo dejaran solo, y delante de una cámara de video explicó los motivos que lo llevaban a suicidarse. Después, se bebió con una pajita la botella con pentobarbital que había pedido días antes por Internet.

Si su familia hubiese estado a su lado en esos últimos momentos, como seguramente habrían querido todos, incluido José Antonio, con toda seguridad habrían tenido muchos problemas legales. Hasta podrían haber acabado en la cárcel. Y todo porque en España la eutanasia, efectivamente, no es una opción.

Este es uno de esos temas tremendamente delicados, con opiniones para todos los gustos. La vida lleva implícita la muerte, y forma parte de nuestro todo. La pregunta es, ¿hastá qué punto somos libres con nuestra propia vida? ¿Podemos disponer de nuestra vida cuando ésta se convierte en una tortura sin esperanza? ¿Es razonable seguir viviendo por ley?

José Antonio lo tenía muy claro: él no quería seguir viviendo. Hace poco más de un mes, le hicieron una entrevista a él y a otro enfermo de ELA, Javier Rojas. Mientras José Antonio defendía su derecho a morir, Javier quería seguir viviendo, aferrado a la idea de que en un momento determinado podía surgir una solución a su enfermedad. Puesto en el lugar de cada uno de ellos, no sabría decir quien tenía razón. Seguramente, porque ambos la tenían…

Ésta es una cuestión de libertad individual en la que entran en juegos muchas ideas y razones de todo tipo, desde las morales a las religiosas. Pero es evidente que aquellos que deciden terminar con su vida, lo hacen. La diferencia es que no tener una cobertura legal hace que todo el proceso sea mucho más triste y penoso. El final así es en soledad, a escondidas, con unos medios que pueden originar gran sufrimiento…

La eutanasia está destinada a enfermos terminales sin solución posible y cuya enfermedad genera gran sufrimiento al paciente. Permite al enfermo terminal morir sedado, rodeado incluso de sus seres queridos, y en unas condiciones que, dentro de lo malo, dignifica el paso definitivo hacia lo que José Antonio llamó «la libertad». Y él mismo lo advierte en su vídeo final: aunque lo veamos como algo que no nos afecta, un día, de improviso, podemos ser nosotros, o alguien muy cercano, los que nos tengamos que enfrentar a esa situación.

La eutanasia conlleva problemas que no sólo afectan al enfermo, sino que la parte que, al final, la tiene que poner en práctica, es decir, el personal médico, también tiene mucho que decir. Un médico está educado y formado para salvar vidas, no para ponerles fin. Eso genera uno de los mayores inconvenientes a la hora de su implantación.

El debate está en la calle. No es nada nuevo… Se trata del eterno dilema de decidir entre lo malo y lo peor, y de establecer el orden entre ambas opciones.

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