Wyoming

El showman-peregrino de la televisión: José Miguel Monzón («El Gran Wyoming») Artículo de Óscar de Caso

Óscar de Caso

De músico sin par y estrella televisiva a protagonista de un cómic donde narra una vida inaudita y peregrina, antes de convertirse en el showman de El Intermedio. Rodeado de amigos, José Miguel Monzón (Madrid, 1955) presenta en Madrid El Gran Wyoming. «Mil palos y ninguno al agua» (Bao Komikiak), la última novela gráfica de Kike Babas y Kike Turrón, con ilustraciones de nueve viñetistas y prólogo de Fito Cabrales.

Pues sí, porque es un programa insólito. Primero, porque se emite en prime time, la Champions de la televisión, donde los programas van y vienen a una velocidad pasmosa, porque ahí está el dinero. Y segundo, porque ofrece un contenido que no se corresponde con ese horario. Siempre se ha dicho que «la gente llega cansada a casa y no quiere problemas». Sin embargo, nosotros competimos, a diario y desde hace dieciocho años, con ese contenido y en esa franja, batiendo todos los récords posibles. Y eso, insisto, es algo insólito.

Con Aznar no se trabajaba mejor porque nos quitó el programa…

A mí me han dicho que Aznar llamó y dijo: «Oye, que se están riendo de mi mujer». Con él desaparecieron todos los programas de debate y de política, desde 59 segundos (TVE) hasta El Informal (Telecinco), que lo hacía gente de centroderecha. No quedó ni uno.

Que ahora haya vuelto el fascismo y el nazismo es absolutamente delirante. Pese a que ya hemos visto en qué consiste y las consecuencias que tiene, asistimos a un auge de la extrema derecha. O sea, es impresentable que la gente quiera desmontar la Europa que hemos conocido, el estado de bienestar, la educación y la sanidad para todo el mundo, la libertad… Ojo: hay gente que en un régimen de libertad vive muy bien, pero que en un régimen sin libertad vive muchísimo mejor, porque ya son los amos del cotarro para siempre.

Desde la razón no se puede entender. Es decir, hay una gente que siempre vota a lo que debe. En Madrid, por ejemplo, el barrio de Salamanca vota mayoritariamente al PP y a Vox. Es lo suyo, porque la gente tiene una ideología y apoya a ambos partidos. Ahora bien, la antítesis también vota lo mismo, porque hay una clase trabajadora que vota al PP y a Vox porque su referente es el amo, no los compañeros. Es decir, no tienen como modelo la solidaridad ni hacen grupo para defenderse del ataque y de la opresión de los de arriba, porque son precisamente su referente.

Se han inventado el término. Podrán ser liberales en la economía, pero antes los liberales eran los contrarios a los conservadores. Esto lo hacen constantemente: usurpar las siglas. Cuando Manuel Fraga decide fundar un partido, lo llama Alianza Popular. Sin embargo, el término popular pertenecía históricamente a la izquierda. Del mismo modo que cuando surge la Falange, se ponen la camisa azul, que era la que llevaban los trabajadores. Siempre hurtan los símbolos, hasta el punto de que gritan «el pueblo unido jamás será vencido» y otras consignas que siempre han sido propias de la izquierda.

Respecto a la pregunta, la España oprimida se pone en manos de los verdugos por falta de solidaridad y de conciencia social. En Estados Unidos, si tienes un cáncer te mueres, porque no te van a tratar, excepto que lo cubra el seguro. ¿Alguien quiere eso? Si la gente lo vota, sí, aunque yo no lo entiendo.

Solo me han pegado una vez, porque entonces la gente corría mucho. Ahora puede ser más frustrante, porque los ciudadanos pueden decidir. Pero no olvidemos que todo esto que nos está pasando es precisamente porque la gente los pone ahí, o sea, lo decide así. Por ello, que los españoles voten a los verdugos para que los machaquen es una sinrazón muy frustrante.

Es increíble que no se pueda hablar de una guerra que tuvo lugar hace más de ochenta años. ¿Por qué celebramos el 2 de mayo y no se puede hablar de la República, de la guerra civil y de la dictadura? Luego, cuando se crea una Secretaría de Estado de Memoria Democrática, surgen voces que niegan el golpe de Estado en 1936 y que defienden que hubo un golpe comunista en 1934, obviando la celebración de unas elecciones generales, que antes gobernaba la derecha, etcétera. No, porque yo era muy chiquitín y no me enteraba de nada. O sea, no me hicieron un coco a medida.

Conmigo, el arte no ha ganado nada. Y con mis versiones, la música tampoco. En todo caso, quien ha ganado soy yo, que me he infiltrado en un mundo donde se vive muy bien.

POSDATA.- Nadie, que un servidor conozca, ha tenido la valentía, la coherencia y la dignidad de intentar contarnos las cosas como son en realidad, en los programas de televisión. Aunque le haya supuesto su inmediato despido, en varias ocasiones, de las empresas de televisión. Muy agradecido maestro, por su empeño.


Del poeta catalán Joan Margarit (1938-2021), hoy rescato el poema «Libertad». El título ofrece poco que explicar, solo leerlo con atención.

 

Es la razón de nuestra vida,

dijimos, estudiantes soñadores.

La razón de los viejos, matizamos ahora,

su única y escéptica esperanza.

La libertad es un extraño viaje.

Son las plazas de toros con las sillas

sobre la arena en las primeras elecciones.

Es el peligro que, de madrugada,

nos acecha en el metro,

son los periódicos al fin de la jornada.

La libertad es hacer el amor en los parques.

Es el alba de un día de huelga general.

Es morir libre. Son las guerras médicas.

Las palabras República y Civil.

Un rey saliendo en tren hacia el exilio.

La libertad es una librería.

Ir indocumentado.

Las canciones prohibidas.

Una forma de amor, la libertad.