En Caudete tenemos una curiosa forma de entender el ocio nocturno. No salga usted de copas un sábado antes de las dos de la mañana o se encontrará con los bares poblados sólo por los camareros.
Mucho me temo que esta seña de identidad tan nuestra está influenciada, entre otras cosas, por las guaridas. En especial la gente joven echa mano de las guaridas para empezar las jornadas nocturnas de los fines de semana. Cuando el personal está a tono y se acerca la hora de cierre de estos locales, se sale de bares a bailar. Total, que los dueños de los bares tienen que apurar en exceso los horarios de cierre para intentar hacer negocio, a pesar de que muchos clientes ya llegan servidos y sólo hacen uso de la música…
Sea como fuere, la consecuencia de empezar la fiesta muy tarde, es que termina mucho más tarde aún. O temprano, según se mire… Vamos, que las calles se convierten en lugares de ocio a altas horas de la madrugada, y conciliar el sueño en ciertas zonas se hace difícil.
Este problema se ha ido solucionando en muchas poblaciones con el denominado tardeo, un término que acabará pronto en el diccionario de la RAE. Sobre todo en ciudades como Albacete, Alicante o Murcia, por citar algunas que conozco, ya hace años que surgió ese tardeo, que no consiste en otra cosa que promocionar la fiesta a partir de la sobremesa. Es decir, que después de la hora de comer los jueves, viernes y sábados, los bares de copas abren sus puertas, suben volumen y empieza la fiesta. A medianoche, normalmente, la mayoría lleva ya suficiente baile y copas encima como aquí a las seis de la mañana, y todo se empieza a apaciguar.
El tardeo tiene muchas ventajas, y yo soy defensor a ultranza del mismo. Para la gente que ya no es tan, tan joven, nos viene bien empezar a horas decentes. A las dos de la mañana a uno le da más pereza prepararse para salir a bailar, si es que no se duerme antes… Si sales por la tarde, te lo pasas como mínimo igual que si es por la noche, con la ventaja de que aprovechas mejor el sábado y el domingo te levantas con más horas dormidas. Y, sobre todo, los dueños de bares pueden cumplir con sus horarios, hacen más negocio porque atraen a más gente adulta, y no hay tanto escándalo por las calles de madrugada. Obviamente, no defiendo que se beba o que se baile, sino que lo que se hace a las tantas de la madrugada se haga en horas menos perjudiciales para la mayoría.
¿Cual es el problema? Cambiar los hábitos de la gente. Si en Caudete hubiesen locales que promocionasen el tardeo, acabaría por imponerse. Pero no es nada fácil, porque no basta con abrir las puertas y subir el volumen. Hacer campañas de promoción ha costado mucho tiempo en otros lugares, pero el esfuerzo no ha sido sólo para los negocios, también han apoyado los ayuntamientos, porque, como hemos visto, también les conviene. Quizás fuese una solución a las quejas constantes de los vecinos que tienen que sufrir las molestias de las madrugadas de los fines de semana.
La oferta de ocio de Caudete hay que reconocer que es escasa. Mejorarla en lo posible estaría bien, y aportar ideas de unos y otros sería beneficioso para el pueblo. La experiencia de otras poblaciones también es interesante, y, al final, de todo se aprende.
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