Los andaluces estrenaron este fin de semana la larga serie de citas electorales que nos esperan para este año. El PSOE ganó las elecciones, consiguiendo los mismos escaños que los anteriores comicios, pero no fue eso lo más destacado de la jornada electoral, sino que el desplome del PP y, en especial, la aparición de Podemos y Ciudadanos en el Parlamento andaluz, han copado el interés de todas las televisiones, radios y periódicos del país.
Los resultados eran, en cierta medida, los esperados, aunque las encuestas siguen fallando tanto, o más, que hace treinta años. Se esperaba más de Podemos, y no tan poco del PP, aunque, sin duda, la sorpresa de la noche fue Ciudadanos. Esta formación ha sido el refugio de muchos votantes descontentos del Partido Popular que han elegido un cambio moderado y con menos ánimo revanchista que Podemos.
Sin embargo, una vez pasada la resaca electoral, estamos viendo cómo el extremismo de Podemos respecto al PSOE y a sus políticas, está dando paso al anuncio por parte de Carolina Bescansa, secretaria de Análisis Político y Social de la formación, de que van a sentarse a hablar con Susana Díaz y cabe la posibilidad de que apoyen su investidura. Es lógico, porque han conseguido quince escaños, pero de poco les va a servir para cambiar nada si no tienen un cierto protagonismo en el gobierno regional.
Ciudadanos, sin embargo, mantiene su postura de colaboración con Susana Díaz condicionada a la expulsión de Griñán y Chaves, algo que dice mucho en su favor en su lucha real contra la corrupción. Es difícil que esta condición se cumpla, pero seguramente el PSOE se podría entender mucho mejor con Ciudadanos, un partido con propuestas más realistas, aunque está por ver qué nivel de flexibilidad tendría Podemos en el caso de tener una verdadera responsabilidad de gobierno.
En el Partido Popular se está tardando en reaccionar ante el desastroso resultado obtenido, aunque poco a poco, tímidamente, se va admitiendo un claro y preocupante trasvase de votos, si bien los máximos dirigentes del partido, de momento, prefieren no "extrapolar" y centrarse ya en las próximas municipales y autonómicas.
Caso aparte es el de Izquierda Unida, en caída libre, atacada por todos sus frentes y prácticamente engullida por Podemos. Su gestión en el gobierno de la región junto al PSOE no ha sido especialmente valorada por los andaluces, y su futuro pasa a ser incierto, puesto que ha ido mermando su presencia en cada una de la elecciones celebradas. Algo parecido ocurre con UPyD, que se ha ido desinflando de una manera espectacular en los últimos tiempos, en este caso arrastrada por un protagonismo de Rosa Díez que empieza a ser más un lastre que otra cosa.
El escenario político planteado en Andalucía es un fiel reflejo del ánimo de cambio en la sociedad española. El bipartidismo está muy tocado, y nuevas formaciones emergen con fuerza en el panorama político español. Ni el PSOE ni el Partido Popular van a seguir siendo los reyes del mambo de forma indefinida, y tocan nuevos aires en la política. Es imposible saber si esos aires traerán mejoras o no, pero es cierto que si no se prueba, no se puede saber. Los errores cometidos por los dos grandes han sido muchos, y aunque también han sido muchos los aciertos, los primeros siempre pesan más ante las urnas.