Sr. del Caso, en referencia a su artículo estoy de acuerdo en que en comunidades de vecinos, ciertamente, se producen problemas, aunque no siempre.
He residido en un edificio de 42 viviendas, en un barrio de bloques-barra. Allí habitaban familias trabajadoras aragonesas, andaluzas, extremeñas, gallegas… y también catalanas, la convivencia era particularmente respetuosa.
En muchas poblaciones españolas y de otros países se habitaba en cuevas. Eran apreciadas porque en verano resultaban frescas y en invierno cálidas. En el caso de Caudete las conocí.
Decir «cueveros» era sinónimo de incívicos, cuando familias buenas, humildes, de escasos medios económicos las habían construido con su esfuerzo, o comprado porque su precio era inferior a una casa de obra, y las habitaban. Deben quedar pocas. Su interior se mantenía en condiciones higiénicas, decentes, generalmente sus paredes «emblanquinadas» con cal, así como la fachada y un pequeño corral exterior.
He aquí otros ejemplos: las cuevas del Sacromonte en Granada, las pintorescas del barrio de las Cuevas de Guadix, en la misma provincia, o aquellas de la región del Périgord en Francia.
En Caudete, más en la actualidad, los verdaderos «cueveros», en su significado peyorativo, convendría a los «guarideros». Me refiero a ciertos jóvenes, que utilizan locales inmundos denominados guaridas, así como algunos bares, que hacen un ruido excesivamente atronador y no permiten a sus vecinos el hacer vida mínimamente sosegada.
Con un poco de sentido común, ese problema no se daría.
Saludos,
José Sánchez