fascismo

Está llegando el fascismo social Artículo de Óscar de Caso

Óscar de Caso

La palabra fascismo no viene a tener el mismo significado que antaño. Hoy día, la rechazamos como «algo que no queremos». Se debería usar la palabra fascismo con propiedad, la gente la utiliza como un improperio. Es más, los fascistas de hoy, cuando lanzan insultos a los demás, llegan a acusarles de ser fascistas; un despropósito que se está convirtiendo en costumbre. En tiempos pasados, los fascistas no se avergonzaban cuando los tachaban de ello, se sentían orgullosos; a fecha de hoy, a los que gran parte de la gente les denomina fascistas no suelen utilizar este vocablo para referirse a sí mismos. Curioso, algo malo tendrá, no logro encontrar la explicación…

A las personas que comulgan con el fascismo, se les tacha públicamente de fachas por: practicar la diferencia de clase con sus compatriotas; xenófobos con los inmigrantes; altaneros con los extranjeros; machirulos con las mujeres; defraudadores con Hacienda; miserables con sus empleados y unos mentirosos convictos al narrar la historia de la dictadura de Franco.

Los fascismos gobernaron en Europa tanto en Italia (1923), como en Alemania (1932), en España lo sufrimos en 1939. España fue el único país dónde triunfó ese experimento terrible de sometimiento del pueblo que se llamó fascismo.

El fascismo nace de un aumento excesivo de volumen de los partidos de derecha, considera potenciales enemigos de dentro del país a: comunistas, gitanos, colectivos de homosexuales, inmigrantes, judíos y algún otro que no recuerdo, seguro que hay más.

Algunos grupos de facinerosos tratan de camuflarse como partidos populistas, como extrema derecha, en extrema valiente, derecha radical, etc. Se autoaislan, no quieren que la verdad les contagie, sólo poseen su verdad inquebrantable y muy coherente para ellos. En su neurosis no aparece algún tipo de flexibilidad de criterio, permanecen sometidos a una red de tabúes inviolable. Siempre han sido variables en su apariencia, son más allá de ultraliberales en el plano económico, en lo social la diferencia de clases está escrita en su catecismo.

La derecha ha de sentirse culpable de consentir e incluso, me atrevería a escribir, de blanquear y de arrastrar al centro-derecha a un terreno fascista o fascista light, no menos peligroso; que la izquierda o no quiere o no sabe plantarle cara.

No seamos tan torpes de imaginar que el fascismo actual es copia del de los años 30-40. El de hoy es un fascismo social e incluso financiero con una consolidación económica, social y de valores. No pretende destruir la democracia, al contrario, la promueve ante las exigencias del capitalismo, llegando a parecer este fascismo, para bastante gente, como algo de sentido común. Las modernas democracias de «baja intensidad» de algunos países se pueden considerar democracias pero su sociedad es fascista. Fomentan la pelea entre pobres y todavía más pobres; ejercicio similar al que practica Donald Trump en EE UU confrontando a los negros y la «basura» blanca.

A cada paso que da el libre mercado y la globalización, condena a más gente al desempleo y a la precariedad a las clases bajas; es allí donde nace o puede nacer el fascismo. Sostengo, que cuando el fascismo llegue a penetrar en profundidad en Occidente tendrá, en primera línea de filas, la enorme pancarta con la palabra LIBERTAD escrita con grandes letras. Esa libertad que les permitirá comprar lo que se les antoje y a quien les venga en gana; esa libertad para elegir qué anciano muere atendido en un hospital o desamparado en la cama de la residencia; esa libertad para obligar a parir en contra de las necesidades de las madres; esa libertad para poder comprar y vender, a capricho, nacimientos contratados; esa libertad para decidir cuantas copas te puedes beber para manejar un volante; aplastando la libertad de tu prójimo. El revulsivo para evitar esto son LOS DERECHOS HUMANOS.

Les voy a dejar aquí, benditos lectores, una cuestión para que le pongan un pensamiento: ¿pueden las actuales condiciones económicas fundamentar el retorno del fascismo en cualquiera de sus formas?

Finalizo, dejando una frase a la que me sumo en la afirmación. La autoría pertenece al señor Tierno Galván, don Enrique: «El problema de este país es que los hijos de los fascistas son más fascistas que sus padres».


Prosiguiendo el asunto del fascismo, la canción de Serrat «Algo personal» es muy apropiada. Es un alegato contra los gobiernos represivos, una mirada lúcida e irónica al siniestro perfil de los dictadores que han asolado la memoria de tantos países. Del disco de 1983 «Cada loco con su tema».

 

Probablemente en su pueblo se les recordará

como cachorros de buenas personas,

que hurtaban flores para regalar a su mamá

y daban de comer a las palomas.

Probablemente que todo eso debe ser verdad,

aunque es más turbio cómo y de qué manera

llegaron esos individuos a ser lo que son

ni a quién sirven cuando alzan las banderas.

Hombres de paja que usan la colonia y el honor

para ocultar oscuras intenciones:

tienen doble vida, son sicarios del mal.

Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,

viajan de incógnito en autos blindados

a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,

a colgar en las escuelas su retrato.

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar

espías, listas negras y arsenales;

resulta bochornoso verles fanfarronear

a ver quién es el que la tiene más grande.

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,

juegan con cosas que no tienen repuesto

y la culpa es del otro si algo les sale mal.

Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Y como quien, en la cosa, nada tiene que perder,

pulsan la alarma y rompen las promesas

y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer

nos ponen la pistola en la cabeza.

Se agarran de los pelos, pero para no ensuciar

van a cagar a casa de otra gente

y experimentan nuevos métodos de masacrar,

sofisticados y a la vez convincentes.

No conocen ni a su padre cuando pierden el control,

ni recuerdan que en el mundo hay niños.

Nos niegan a todos el pan y la sal.

Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión

de declarar públicamente su empeño

en propiciar un diálogo de franca distensión

que les permita hallar un marco previo

que garantice unas premisas mínimas

que faciliten crear los resortes

que impulsen un punto de partida sólido y capaz

de este a oeste y de sur a norte,

donde establecer las bases de un tratado de amistad

que contribuya a poner los cimientos

de una plataforma donde edificar

un hermoso futuro de amor y paz.