Estamos perdiendo la guerra, y la están perdiendo los trabajadores, la juventud sin futuro laboral, los jubilados, y la están perdiendo los derechos humanos, el derecho, la democracia, la Ilustración y la cultura como proyecto humanizador.
La izquierda está siendo derrotada, porque la palabra izquierda hoy provoca rechazo en grandes sectores de la sociedad. Porque las luchas de todas las internacionales han conducido a una situación actual, que es la negación de lo que pidieron y de las conquistas que se consiguieron. Verbigracia: si la primera manifestación del 1 de mayo se hizo para reivindicar las ocho horas, hoy se están haciendo luchas para reivindicar un puesto de trabajo, aunque sea de catorce horas. Pero hay más. Las internacionales eran organizaciones de lucha. Hoy existe la resignación. Esa es la nueva internacional. La internacional de la resignación.
Aparte hay algunos que no se resignan, pero son minoritarios. El global de la ciudadanía está asumiendo ya valores que son los valores que acepta el vencido cuando te dicen: «Es que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades». O cuando te dicen: «Es que la culpa de esto la tienen los políticos o los gastos de las administraciones», y no te hablan de los gastos de la banca… Eso es casi una derrota en toda línea.
Por qué en estos años tenemos que asumir que grandes masas de la población le digan a uno «que es un privilegiado porque tiene trabajo», transformando en un privilegio lo que es un derecho. Eso significa que nos hemos pasado de rosca sin saberlo. Que estamos perdiendo. Y las organizaciones obreras han dejado de serlo en el sentido de lucha y combate. Pero no solo ellas, los hijos de la Ilustración han perdido. La reflexión se ha transformado en una cultura irreflexiva. No existe historia. Los informativos son como si te dieran una película y la vieras con una sucesión de flashes, sin secuencia temporal.
Creo que estamos en un golpe de estado incruento y a cámara lenta, pero inexorable. Inexorable. Hemos perdido los valores de la laicidad. No solo en referencia con la iglesia católica, sino con otros dogmas como el consumo, sobre la diversión, sobre la cultura espectáculo. La cultura como elemento humanizador, como molde para reflexión sobre nuestra naturaleza. El valor de uno se ha trastocado, en nuestro valor de cambio.
¿Quién está dando ese golpe de estado incruento y a cámara lenta pero inexorable?
Desde hace unos años lo vienen haciendo el gobierno del PSOE y el gobierno del PP. No es que se hayan sentado en una habitación con la decisión de cargarse ese estado de cosas. Han sido ellos los que se han enchufado a un sistema que llevado por su propia genética conduce a eso. Es lo grave, porque si aquí hubiera una personalidad malvada que empezase a pensar esto, diríamos «vamos a combatirla», pero no, esa personalidad está ya omnipresente en cada cerebro. Lo que pasa es que estos gobiernos la ejecutan porque hay ciudadanos que la aceptan. Es el «no hay más remedio», o el «si yo tengo dinero e invierto, a lo mejor esos beneficios utilizados por un bróker está matando a niños, pero, ¡ah! yo no sé nada». Es la dejación de la conciencia. «No quiero saber nada». Son los Poncio Pilatos de nuestra época. Se lavan las manos… Esa lógica es la que da el golpe de Estado.
¿Cuáles son los hitos de ese golpe de Estado?
Para empezar, Maastricht supuso la segunda constitución española. Toda la política que se ha ido desarrollando desde entonces ha estado chocando con el título preliminar, el título séptimo, el derecho a la vivienda, etc. Lo último es que han acabado con la fuerza vinculante de los convenios de los trabajadores. Se ha cambiado la Constitución legalmente con el artículo 135. Y ya amenazan en orden público, que nos digan si eso no es amenazar la propia Constitución. Y se atenta contra los derechos humanos, que son incompatibles con el sistema. ¿Qué hacen? Hablan de los derechos humanos como las supuestas libertades que existen en Occidente. Antes veías al capitalista, al patrón, al señorito. Ahora ya no existe. Quien maneja el dinero son los brókers, que son unos de treinta y tantos, cuarenta años, que ganan bastante bien, y se sientan en las máquinas y les importa un pimiento si las operaciones están dirigidas a matar de hambre a poblaciones enteras. «Yo no quiero saber nada», una vez más. Esa dejación de conciencia del colectivo humano es tremenda. Ese es el sistema. Porque el sistema se asienta en la búsqueda de beneficio, pero lleva una pérdida inquietante de humanidad.
Si no somos conscientes de que estamos perdiendo la guerra, entonces estamos todos los días enganchados al engaño. Sindicalistas, nombre y apellidos de los sindicatos mayoritarios, qué sois a nivel personal, gentes de izquierda que queréis cambiar esto. Si no entendéis que estáis perdiendo la guerra, seguiréis enrolados o permitiendo que vuestra organización vaya como un alma errante hablando de cosas en la que no se cree, y pidiéndole al sistema una parte del pastel, a un sistema que está muriéndose. Fuerzas políticas que solamente funcionan en orden a las campañas electorales y son, en consecuencia, colectivos desanimados, burocratizados e instalados en las tareas más endogámicas.
Si crees que estamos perdiendo la guerra, intelectual que te encierras en tus libros y que quieres que haya democracia desde tu laboratorio o desde tu archivo, hay que decirte que tu trabajo no tiene sentido, que lo sepas, y te vas a engañar diciendo: «hombre, a ver si gana este partido que está más a la izquierda». Vas a seguir engañándote con esta especie de metadona. También se ha de decirte que es posible el combate. Basta con que mires a tu alrededor. Tan solo eso.
POSDATA.- Todas estas palabras que he escrito han salido de la lúcida y profética boca del imprescindible señor Anguita, don Julio. Este escrito es un resumen-transcripción extraído del libro «Contra la ceguera». Se escribieron hace 10 años y, por desgracia y por inconsciencia popular, siguen siendo contemporáneas.
«Serìa fantàstic» (Sería fantástico) del disco de 1984 «Fa vint anys que tinc vint anys» (Hace 20 años que tengo 20 años). Esta es la canción que hoy coloco del maestro Serrat, y en ella plantea su utopía particular, deseando un mundo donde la convivencia y la solidaridad sea la semilla de un mundo mejor. Algo cada día más deseable y, por lo que parece, más lejano.
Sería fantástico
que yo estuviese equivocado
y que el water no estuviese ocupado.
Que hoy hiciese un buen día,
que no nos engañaran en el peso,
y que San Pedro, no cantase ni aunque le pagaran.
Sería fantástico
que no hubiese nada urgente.
No pasar nunca de largo y servir para algo.
Ir por la vida sin cumplidos
llamando a las cosas por su nombre.
Cobrar en especies y sentirse bien tratado
y mearse de la risa y echar a volar
todas las palomas.
Sería todo un detalle,
todo un síntoma de urbanidad,
que no perdieran siempre los mismos
y que heredasen los desheredados.
Sería fantástico
que ganase el mejor
y que la fuerza no fuese la razón.
Que se instalara en mi barrio
el paraíso terrenal,
y que la ciencia fuera neutral.
Sería fantástico
no pasar por el tubo.
Que todo fuera como está mandado y que no mande nadie.
Que llegara el día del sentido común.
Encontrarse como en casa en cualquier sitio.
Poder ir distraído sin correr peligro.
Sería fantástico que todos fuéramos hijos de Dios.
Sería todo un detalle
y todo un gesto, por tu parte,
que coincidiésemos, te dejases convencer
y fueses como yo siempre te imaginé.