navidad vacia

¡Feliz Navidad! ¿Para quien? Artículo de Óscar de Caso

¿Para los cientos de personas que han pasado por esta alcaldía pidiendo trabajo? ¿Para los vecinos que han sido desahuciados en previsión de males mayores y se encuentran en la calle? ¿Para los habitantes de los barrios periféricos de esta ciudad, que carecen de alumbrado, agua y servicios indispensables? ¿Para los ciudadanos que cada día ven una ciudad imposible de transitar y más insolidaria? ¿Para los que sufren las consecuencias de los colegios asaltados cada noche?

Los cristianos deben saber que el origen de la Navidad es el nacimiento de una esperanza, de su introducción de elementos de fuerza para hacer un mundo mucho mejor, de pulsiones utópicas tan necesarias para todo cambio. Los no creyentes educados en esta cultura nuestra ven con simpatía unas fechas que en su formulación teórica hablan de hermanamiento, de solidaridad y, por qué no, de marcha hacia la igualdad. Cuando todo acontecimiento pierde la carta de ilusión que lo motivó y se queda en una mera fórmula, se convierte en un rito vacío. Asistimos al hecho de la muerte del mensaje y una sustitución por la banalidad y el tópico. En estas condiciones el «feliz Navidad» queda en el guiño de los luminosos de los grandes almacenes que invitándonos a consumir más y más forman la última línea de defensa de una sociedad aburguesada que, como el avestruz, quiere conjurar las crisis de toda índole: económica, política, cultural, moral, de civilización, etc., escondiendo la cabeza en el mar de las frases hechas de las conmemoraciones festivas a plazo fijo.

POSDATA.- Este escrito fue publicado el 23 de diciembre de 1979 en el Diario de Córdoba. La dirección de este diario no esperaba aquel mensaje. Ni lo esperaba ni le gustó, de hecho, lo relegaron a las páginas finales bajo el título «Nuevo entendimiento de la ciudad». En su momento, al recordarlo Julio Anguita se rio serenamente. «Sí claro, ellos esperaban otra cosa. Lo de siempre. El pensamiento único del rito y la fraseología de circunstancias. La misma cantinela».



Para actualizar el encabezamiento de este artículo, disponen, benditos lectores, de una panoplia de nuevos y pasados argumentos: personas que cumplieron las normas del confinamiento; guerras religiosas, racistas y económicas que perduran miles de años; parientes y amigos que no pudieron acariciar a sus fallecidos; personal sanitario desbordado en progresivo número descendente a causa del recorte presupuestario de este neoliberalismo rampante y feroz; precarios transportistas extenuados por el ingente trabajo acumulado; y varios grupos más de personas que con el cabreo no logro recordar.

Este año sería justo y muy conveniente que afinásemos en el criterio de felicitar las Pascuas, no vulgaricemos la acción, pienso que estamos comprometidos a hacerlo tan sólo a aquellas personas que con su actitud y su comportamiento se lo merezcan.

El señor Anguita, don Julio, a pesar del tiempo transcurrido, ha sido becario de profeta. Siempre te recordamos desde la gratitud.




El poema de hoy «Canción de Navidad» (1994) tiene la autoría en el cantautor cubano Silvio Rodríguez.

 

El fin de año huele a compras,

enhorabuenas y postales

con votos de renovación;

y yo que sé del otro mundo

que pide vida en los portales,

me doy a hacer una canción.

La gente luce estar de acuerdo,

maravillosamente todo

parece afín al celebrar.

Unos festejan sus millones,

otros la camisita limpia

y hay quien no sabe qué es brindar.

Mi canción no es del cielo,

las estrellas, la luna,

porque a ti te la entrego,

que no tienes ninguna.

Mi canción no es tan sólo

de quien pueda escucharla,

porque a veces el sordo

lleva más para amarla.

Tener no es signo de malvado

y no tener tampoco es prueba

de que acompañe la virtud;

pero el que nace bien parado,

en procurarse lo que anhela

no tiene que invertir salud.

Por eso canto a quien no escucha,

a quien no dejan escucharme,

a quien ya nunca me escuchó:

al que su cotidiana lucha

me da razones para amarle:

a aquel que nadie le cantó.

Mi canción no es del cielo,

las estrellas, la luna,

porque a ti te la entrego,

que no tienes ninguna.

Mi canción no es tan sólo

de quien pueda escucharla,

porque a veces el sordo

lleva más para amarla.

Óscar de Caso

Colaborador de Caudete Digital. Opinión política