Sería conveniente que manifestara mi habitual y necesaria premisa, sobre el importante y controvertido tema del feminismo. Aquí la escribo: el sexo es algo natural, el género es una construcción cultural. No tengo por menos que informar, con la vista clavada en las elecciones venideras, a las féminas de ánimo cándido, que practican con más o menos intensidad el tema, que al capitalismo y a todos sus adláteres, derechas y ultras, la lucha feminista se la trae floja. Por último, apuntaré algo que todas las personas tenemos obligación de saber, y que, en el feminismo, a veces, se pasa por alto: los hombres y las mujeres somos biológicamente distintos. He terminado con los condicionantes.
Se data la fecha donde se inició el feminismo precario en la Revolución Francesa (1789). Principió a tomar forma y manifestación efectiva en Mayo del 68 en Francia. En ese momento, se pretendió ubicarlo como un asunto político.
En la zanja contraria, ha surgido el masculinismo, ufano y pedante. Identidad esta concebida por las mujeres, de igual manera que la feminidad sumisa fue una creación de los hombres. El tiempo anunciará si estas dos identidades no exploten de mala manera. Dentro de esta grey de masculinidad, tienen la convicción de que cualquier cosa que les suceda a las mujeres, en este tema, es una nimiedad. Aventurando: que casi se lo tienen merecido.
El machismo es una pasividad poderosa y venenosa, que está inyectada en la cultura, que al mal interpretarlo, está logrando aumentar una batalla entre los dos géneros.
Existe otra tropa de hombres, que dicen solidarizarse con el feminismo, proclamándose convictos de los privilegios de la virilidad. Pues bien, ante esta confesión, el grupo de feministas talibanes, subintegrado por redes sociales, y blogs cegados de rabia, odio e ira, se encuentran molestas. No quieren conversos, les jode bastante.
Escribamos sobre este grupo de mujeres integristas. Sostienen, y de qué modo, que cualquier diferenciación entre hombres y mujeres que ellas consideren negativa para las damas, pertenece a la deleznable y arcaica cultura machista y patriarcal. Sin más. Si alguna numeraria tiene la más leve objeción sobre este decreto: destierro y excomunión.
La paulatina y necesaria liquidación del mundo patriarcal, está transformando el mundo hombre, en un rival a batir para el mundo feminista. Habrá que aceptarles, seamos un poco tolerantes con parte del género masculino, concediéndoles mínimas disculpas por añorar épocas pasadas, en la infancia, donde el modelo de feminidad a seguir era muy diferente. En aquellos tiempos de dominación varonil, influían, y de qué manera, en el plano económico con matrimonios por conveniencia, salarios notablemente inferiores a los de los hombres, y de economía sumergida, imposibilidad de poseer dinero propio, y varias maldades más.
La nueva izquierda modernista, carente de denominación de origen, lucha, en su error, de un modo paternalista, otorgando derechos a las mujeres como si se tratara de una ridícula cesión de los hombres hacia ellas. Necedad palmaria.
El núcleo de la identidad feminista, pienso yo, ha sobrevenido del patriarcado; se considera que divide a los géneros entre opresor y oprimido. Media verdad, que en la práctica lleva acoplado el fundamentalismo. Elevando a la mujer a un altar trufado de virtudes, como un ser superior incontestable, salvo en lo tocante a la fuerza física.
Ejerceré, por unas líneas, de becario de abogado del diablo, elevando esta pregunta a ustedes, benditos lectores: ¿por qué este patriarcado tortuoso y represivo de duración milenaria, no haya tenido intención de boicotearse, hasta hace cuatro días? ¿Quizá ofreciese algún beneficio al género femenino? Aquí tengo que dejarlo. No imagino, o sí, respuesta alguna. Tan solo apunto que los hombres, en la intimidad y furtivamente, casi siempre han confesado, entre ellos, que en casa mandaba la parienta.
Termino el escrito con un poema del uruguayo señor Benedetti, don Mario. Editado en 1996, dentro del delicioso y completo libro «El amor, las mujeres y la vida». Obra imprescindible y siempre recomendable por los diversos temas que contiene. En este poema, don Mario contesta a la pregunta que hace otro gran poeta argentino, el señor Gelman, don Juan: «¿Y si Dios fuera una mujer?».
¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya, si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.
Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.
Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza,
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe,
ya que sería inmortal por antonomasia,
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.
Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.
Ay Dios mío, Dios mío,
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.