El pasado viernes 11 de julio, los montañeros caudetanos José Andrés Marco Requena y Jorge Amorós Francés, junto a Lourdes Milán Plaza, de la localidad vecina de Villena, alcanzaron la cima del Gran Vignemale, una de las cumbres más emblemáticas del Pirineo y la décima más alta del territorio español, con una altitud de 3.298 metros sobre el nivel del mar.
La jornada comenzaba a las 4:38 de la madrugada desde el aparcamiento situado a los pies del embalse de Ossoue, en territorio francés, donde habían pasado la noche anterior.
El primer tramo del recorrido transcurrió por un sendero de pendiente moderada hasta la cola del embalse. A partir de este punto, la inclinación se hizo más acusada, coincidiendo con el desvío hacia el sendero de gran recorrido GR-10. La progresión continuó por una sucesión de zetas bien marcadas hasta aproximadamente el kilómetro 5, donde realizaron una breve parada en las conocidas Grutas de Henry Russell. Estas cavidades, excavadas en la roca por el célebre pirineísta, cuentan con varias estancias y un reloj solar, siendo un punto de interés para quienes buscan vivac en alta montaña.
A partir de las grutas, la ruta adquirió un carácter más alpino. El sendero se desdibujaba entre pedreras y surgencias de agua provenientes del deshielo, lo que obligó a extremar la atención en cada paso.
Superada la cota de los 2.650 metros, comenzaron a aparecer los primeros neveros continuos. En ese momento, el equipo decidió equiparse con material técnico: crampones, piolet y casco. El ascenso prosiguió a través de rampas de nieve dura, con fuerte pendiente, hasta alcanzar la lengua del glaciar de Ossoue, situada en torno a los 2.900 metros.
Travesía glaciar
Desde allí, la ruta se transformó en una travesía glaciar hasta los pies del espolón final. El acceso a la cima se realiza por la conocida «Gruta Paradis» (3.180 m), el corredor con fuerte inclinación que da paso a la cresta somital del Gran Vignemale. La progresión por este tramo exigió buena técnica y una lectura precisa del terreno.
A escasos treinta minutos, coronaron finalmente los 3.298 metros del Gran Vignemale. En la cima, junto al vértice geodésico, pudieron contemplar un panorama excepcional, con vistas a cumbres icónicas como el Pic du Taillon, el Monte Perdido o el Cilindro de Marboré.
Tras disfrutar brevemente de la cumbre y realizar las fotografías de rigor, comenzaron el descenso por la misma vía, desescalando con precaución el tramo final hasta retomar el glaciar. Durante el retorno, aprovecharon algunos neveros para practicar maniobras de autodetención, una destreza fundamental en progresión invernal.
La parte final de la ruta transcurrió sin incidentes, hasta que, a poco de finalizar la jornada, una fuerte tormenta eléctrica descargó sobre la zona, obligándolos a acelerar el paso bajo una intensa lluvia.
Empapados pero satisfechos, regresaron al punto de inicio con la satisfacción de haber alcanzado una de las cumbres más emblemáticas de los Pirineos, sumando así un nuevo tresmil a su historial montañero.