Hay excepciones, claro… Cuando hablamos de la Roja buscamos enseguida en el trastero nuestra flamante bandera española, como si fuese el único momento colectivo en el que se permite su exposición pública sin ser acusado de facha o cosas similares. ¿Será algún tipo de complejo de inferioridad, quizás…? Porque seguro que como el próximo mundial no lo gane la Roja, se acabó la bandera, el orgullo y, en definitiva, todo nuestro país, que se hundirá en la más absoluta de las miserias. Por supuesto, echaremos la llave al trastero…
El otro día me contaba un chico de 17 años que tenía pensado iniciar la carrera militar, y que en el colegio ya lo habían acusado infinidad de veces de ser un facha por ese motivo, incluso sus amigos más allegados. Y os aseguro que el chaval no es, siquiera, sospechoso de semejante calificativo, pero tenemos que admitir que en este país, me imagino que como en todos, hay muchos garrulos que confunden, y confundirán toda la vida, el tocino con la velocidad.
Es normal que en los territorios donde gobiernan los partidos nacionalistas la bandera del Estado haya sido desplazada. Una de las funciones más importantes del nacionalismo es hacer desaparecer cualquier otro símbolo que no sea el que ellos promulgan, y hacer que en torno a él formen piña sus leales. Sin embargo, no entiendo muy bien que en el resto de España nos avergoncemos de nuestra bandera, y que a muchos parezca que les queme en la mano.
Es posible que dentro de unas décadas se nos quiten estos complejos pero, mientras tanto, podríamos enseñar a nuestros hijos que no tenemos por qué tener miedo a lo que representa la bandera porque, al fin y al cabo, es a todos nosotros.