correccion politica

La corrección política. Sin más Artículo de Óscar de Caso

Lo que hoy se llama, y abunda de qué manera, la corrección política, ha beneficiado a aquellos gobiernos que la practican con ahínco, para que sus ciudades y ciudadanos abandonen, de modo aparente, el racismo, el machismo y demás ismos; sean más tolerantes con las diversas religiones y demás sesgos nocivos discriminantes que, según ellos, asolan el planeta.

Con esta burda práctica, casi inquisitorial, quieren conseguir que las personas que nos llegan de otros países, de manera especial inmigrantes, que no practiquen la religión del Estado, y que se distingan por el Pantone de su piel, no se cabreen con los lugareños, y vivan pacíficos y a buen recaudo en su reserva étnica.

Con este trato, simuladamente correcto, los patronos consiguen brazos y riñones baratos. Junto a esta treta, logran de paso rebajar las pagas a los autóctonos. Qué apañados son ellos…



Han tardado en percatarse de que acogiendo mezquitas con imanes salafistas, regadas con petrodólares de origen saudí, la población pobre de estos guetos podría tornar en fanatismo religioso. Y ya sabemos cómo se las gastan estos tipos.

Lo que en estos días mal atiende por la izquierda desea lograr con la corrección política, es meter en el fondo del armario, camuflar todos los «ismos» posibles. Lo más negativo es que sólo logran negar las realidades deprimentes. Imponiendo esta disciplina, nada más aciertan a censurar el racismo y controlarlo. En la zanja del lado derecho, proclaman que enfrentar identidades no tiene un final feliz.

Estos gobiernos, tan correctos ellos, han extendido y puesto sus zarpas en las empresas, en los medios de comunicación y, de modo más férreo, en las instituciones. Han conseguido que, en las redacciones de las empresas informativas, los jóvenes periodistas recriminen y marquen de retrógrados a los reporteros veteranos por su escasa corrección política.



Me tallo entre persona mayor y viejo, de la última generación que jugaba en la calle. Aborrezco, de modo enérgico, la corrección política. No por ello, lanzo insultos o maldigo a los negros, chinos y moros. No estoy dispuesto a que me señalen en función de las palabras con que me expreso y con que me río. Otra cosa, completamente distinta, es disfrutar de los chistes graciosos que acaso marcan racismo. Debemos saber que el chiste, jamás afecta a la verdad. No seamos tan pacatos, benditos lectores, de no saber separar lo que supone la realidad y no diferenciarla de la ficción. Por favor…

La izquierda sin denominación de origen, está muy por la labor de negar las realidades deprimentes. En su estupidez opulenta, están muy convencidos de borrar el racismo con frases amables y derroche de eufemismos. Quiere colocar a las personas en casilleros, según los actos humanos que desempeñan. Una vez encajonados, ellos, los fanáticos de la corrección, nos defenderán, y los demás, obligados diremos ¡Amén!

Estos correctores de bisutería, han y están derrochando mucho empeño en eliminar expresiones racistas del habla popular, canciones, películas, publicaciones. Ingenuos ellos, pretenden borrar esos ismos, empleando una especie de blanqueador, KH-7. Quizá hubiera resultado más eficiente dedicar esos fanáticos esfuerzos a la educación pública.



Hay una frase del escritor Juan Soto Ivars que algunos la tomarán como inoportuna, incorrecta, provocadora, demasiado alegre. Con el amparo de la libertad de expresión, no tengo por menos que incluirla. Acto seguido se la dejo: «La corrección política nos ofrece un capitalismo inclusivo que, con un poco de suerte, tendremos el privilegio de ser explotados por una mujer negra, transexual y paralítica». Lo he advertido antes… No se me quejen.


Joaquín Martínez Sabina nos regala hoy esta su «penúltima» canción, titulada «Sintiéndolo mucho». No trataré de explicarla. Es poesía.

 

Por fin ayer llegó la hora tan temida

de hacer balance de mi vida y terminar esta canción,



y en vez de echar sal y vinagre en las heridas,

haré otra vez de tripas corazón.

No me veréis en Benidorm con el Imserso,

nadie me tiene que explicar que dos y dos no suman cuatro,

que la poesía es el desván de un metaverso

donde las musas se desnudan como albatros.

No tengo nada que olvidar de mi pasado,

por eso espero que el olvido no se olvide de quien fui,



he dado más de lo que algunos me han robado,

sin olvidar a la que se olvidó de mí.

Siempre he querido envejecer sin dignidad,

aunque al fusil ya no le quede ni un cartucho,

si el corazón no rima con la realidad,

cambio de rumbo, sintiéndolo mucho…

Muchos creyeron que me habían amortizado

cuando viajé del Wizink Center en camilla al hospital,

con los dedos del Serrat entrelazados,

devolviéndome las ganas de cantar.

El pan de ayer no es un buen postre para hoy,

mañana lunes es momento de inventarse y apostar,

ya que Fernando me ha pintado en esta peli tal cual soy:

un tahúr que no se cansa de arriesgar.

Siempre he querido envejecer sin dignidad,

aunque al fusil ya no le quede ni un cartucho,

si el corazón no rima con la realidad,

cambio de tercio, sintiéndolo mucho…

Aunque entre el sueño y el papel algo se pierde,

y con los años duele más cuando me escucho,

fingiendo ser un estupendo viejo verde…

y lo de viejo, sintiéndolo mucho…

Óscar de Caso

Colaborador de Caudete Digital en cuestiones políticas