Soy, por tanto, partidario de prohibir las donaciones de las empresas a los partidos políticos. Es más discutible que el Estado aporte dinero a los partidos en función de su representación, pero incluso en ese caso habría que hacer un análisis profundo para afirmar taxativamente que sindicatos y partidos tienen que recibir obligatoriamente dinero de los contribuyentes a los que representan. Y es que, según un estudio reciente, el 83% de los ingresos de las formaciones políticas proviene de las arcas públicas. En este caso, UPyD queda fuera de estas valoraciones, ya que aspira a financiarse con las cuotas de sus afiliados, si bien, al no llegar a ese objetivo, también recibe subvenciones, ayudas y donaciones.
Dejando a un lado la aportación del Estado, considero que en la financiación de los partidos está la base de la corrupción política. El dinero entregado, en principio, altruistamente puede degenerar en intercambios de favores que den lugar a maniobras ilegales y corruptelas de una manera demasiado fácil.
Si queremos acabar realmente con la corrupción en el mundo de la política, empecemos por eliminar las fuentes del veneno, por muy golosas que sean.