Montesquieu estableció que el mundo civilizado se regía por tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Posteriormente, los medios de comunicación pasaron a ser el indiscutible cuarto poder. Y actualmente, el quinto poder se le atribuye a dos cosas distintas: al poder que los gobiernos ejercen sobre los mercados, y a la influencia de Internet.
No tengo claro si cabe separar a Internet de los medios de comunicación, o viceversa. Pero es evidente que el mundo se enfrenta a un poder inmenso, la información, y quien logra dominarla, gana.
Es verdad que actualmente estamos más informados que nunca… Pero, ¿te has parado a pensar cuánta de toda esa «información» es veraz, auténtica, contrastada y real? La cantidad no debe presuponer la calidad. Los medios de comunicación y las redes sociales nos bombardean cada segundo con una cantidad inasumible de datos, estadísticas, noticias, valoraciones, críticas, insultos, alabanzas, murmuraciones, bulos, mentiras y verdades. Los intereses que hay de por medio son dispares, pero el dinero y el poder son los reyes del mambo, los que marcan la senda. Como siempre.
Probablemente, la Humanidad esté sufriendo una falta de verdadera información como nunca haya sufrido. Disponer de más medios tecnológicos, de la inmediatez, de las prisas, de la necesidad de recaudar y, sobre todo, la certeza de que es un activo de un valor crucial, ha hecho que la información, en estos momentos, haya que cogerla con papel de fumar. La creencia ciega en los medios de comunicación, la confianza que desde tiempos lejanos se ha depositado en ellos, nos ha llevado a un estado de confusión brutal, porque nuestra tendencia natural es dar validez a todo aquello que sale en un periódico o en una televisión, y hoy nos encontramos con que de todo existen diferentes versiones. Cada vez es más difícil discernir entre lo auténtico y lo manipulado.
La información coexiste con la desinformación. El conocimiento de la realidad que nos rodea puede ser un arma determinante para infinidad de cosas, y muchas veces interesa que esa realidad se distorsione. Ocurre en todos los ámbitos, sin excepción: el empresarial, el político, el social, el deportivo,… Incluso en el ámbito privado. Manipulamos y nos manipulan constantemente.
Las redes sociales, presentes en nuestras vidas desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, se han convertido en semilleros de todo tipo de información. Es una información que muchas veces es vacía, o falsa, pero que con frecuencia se utiliza para hacer daño impunemente, o para tergiversar, o para contrarrestar los efectos de otras informaciones. Todo sin filtro alguno, sin contrastar, sin verificar si lo que se dice es o no auténtico. Me lo ha dicho mi vecino por Whatsapp… y doy por hecho que eso es así, así que se lo cuento a mi grupo de amigos… Es toda una espiral que se retroalimenta, y que en la mayoría de los casos queda en nada. Pero no siempre.
Los medios de comunicación al uso, léase periódicos, televisiones o cadenas de radio, entran muchas veces en esa espiral. Dan pábulo a informaciones aparecidas en las redes sociales, y se «fabrican» héroes y villanos con una facilidad pasmosa. ¿Falta de rigor, o necesidad perentoria de subsistir a base de carnaza y humo?
Si se sube el escalafón, la cosa se complica. El ejército español considera desde hace algún tiempo Internet como un espacio susceptible de atacar y defender, según el caso. Podríamos decir que es parte de la soberanía nacional, aunque esta comparación no sea muy exacta. Pero es cierto que el terrorismo o los servicios de inteligencia de muchos paises libran parte de sus batallas a través de los ordenadores y las redes. Antes era ficción, ahora es el día a día. Y entre esas batallas está la información y la desinformación… Que se lo digan estos días a los estadounidenses y esa posible ayuda rusa en las pasadas elecciones americanas.
Apenas quedan referencias «sagradas» donde acudir a informarse. Y, por favor, que nadie me hable de la Wikipedia… ¿Alguien me puede contar qué está ocurriendo realmente en Siria, o con los refugiados? Por poner un ejemplo… Depende de la fuente donde uno se informe, obtendrá una contestación u otra. Soy consciente de que esto ha ocurrido siempre, pero es innegable que la fuerza imparable de los medios tecnológicos ha convertido al mundo en esas reuniones donde grita todo el mundo a la vez para convencer a los demás, cuando los demás, lejos de escuchar a alguien, hacen lo mismo: gritar.
Miguel Llorens Tecles