Toda esta sensación que nos invade tiene su fundamento en la miseria humana, en la codicia, en la ambición y en la sinvegonzonería de unos pocos. Digo unos pocos porque, siendo muchos, estoy convencido de que la inmensa mayoría son personas honradas. Unos serán más capaces que otros, eso no se puede discutir, y unos pensarán de una forma y otros de otra, pero no confundamos ideología o capacidad personal con delincuencia. El daño que estos criminales hacen al resto de personas que trabajamos en política por mejorar y hacer que la sociedad avance, es inmenso. No hay nadie que esté más en contra de estos indeseables y corruptos que los propios políticos, y no debemos caer en la demagogia de englobar a todos en el mismo saco, porque eso supone la derrota moral de toda la sociedad.
La política es fundamental para nuestra forma de entender la vida actualmente, y decir otra cosa es hablar por hablar. Ir en contra de toda forma de política, o en contra de todos los políticos, es tirar piedras a nuestro propio tejado, querer romper un sistema para desembocar en no se sabe qué. Lo que hay que hacer es entrar al sistema y desde dentro tratar de cambiar las cosas. Y a los partidos políticos hay que exigirles, eso sí, y con toda firmeza, que depuren hasta la más mínima irregularidad dentro de sus filas, y convencerlos de que es más rentable política y socialmente poner ante el juez a un dirigente de su partido que dejarlo medrar y tratar de tapar sus fechorías.
Especialmente en los ayuntamientos, que es el escalón más cercano a los ciudadanos, y, sobre todo, en los pueblos, os aseguro que hay muchísimos políticos que trabajan muy duro por sus convecinos, en muchas ocasiones con sueldos muy pequeños, o sin sueldo. Conozco a muchos así, honrados y trabajadores, la mayoría, y todos se lamentan de esta situación tan complicada donde justos pagan por pecadores. No trato de justificar a esos canallas de guante blanco (¡a la cárcel, y que devuelvan lo que hayan robado!), pero sí que quiero defender a muchos compañeros, de cualquier partido, que no son, ni de lejos, como ellos.