Tras la irrupción de numerosos partidos independentistas y de extrema izquierda, como Podemos, era cuestión de tiempo la movilización del polo opuesto. La extrema derecha empieza a despertar en España, y del bipartidismo nos dirigimos a una lucha de posiciones políticas radicales.
El futuro no es prometedor. Si en Europa hace años que la extrema derecha avanza firme, hasta ahora en España estaba poco activa, al menos, aparentemente. Sin embargo, tras tambalearse los cimientos del PP, como ocurrió con la izquierda liderada por el PSOE y el nacimiento de Podemos, pequeños partidos radicales de derechas empiezan a organizarse mejor y con pretensiones de futuro. Democracia Nacional, Nuevo Amanecer (proviniente de Grecia), Acción Radical, España 2000, etc. Pero hay un partido, VOX, que sin ser considerado de ultraderecha, parece que empieza a aglutinar en su seno muchos votantes de derechas, incluso de la extrema derecha.
VOX, surgido del Partido Popular, se considera uno de los escasos partidos de derechas capaz de conformar un frente político con suficiente entidad en un futuro relativamente cercano. Este partido protagonizó una anécdota las pasadas elecciones generales, cuando el Tribunal Supremo le autorizó el reparto de casi un millón de sobres electorales con la bandera de España impresa.
La pregunta es, ¿será capaz la extrema derecha de organizarse del modo que lo ha hecho la extrema izquierda? Es una incógnita. Sin embargo, la cuestión de Cataluña y el ascenso de Podemos ha creado una reacción en muchos votantes, que ven cómo sus partidos tradicionales se desinflan y se dividen. El PSOE lo ha sufrido, y lo sufre, con Podemos. El PP con Ciudadanos, si bien este último partido se sitúa más al centro, creándose un vacío en la derecha española que ahora algunos partidos tratan de llenar.
Si la extrema izquierda persigue objetivos como la revisión del estatus de España respecto a Europa, la defensa de las consultas soberanistas o políticas económicas anticapitalistas, la extrema derecha también tiene prioridades preocupantes, en especial sobre el férreo control de la inmigración. En Alemania, Austria o Francia, la extrema derecha tiene un peso específico importante. Le Pen, en Francia, está al borde de poder gobernar, y sólo se ha evitado, de momento, con una estrategia común de los principales partidos más moderados.
Ni que decir tiene que todos los extremismos son perjudiciales, y generan convulsión social. Desde el inicio de la Transición, España no había sufrido un cambio político tan fuerte, porque, pese a todo, PSOE y PP mantenían posiciones moderadas. La cosa ha cambiado, y hay muchos actores en escena. Otros, están por llegar. Veremos si la obra que nos representan es un drama, una tragicomedia o un simple folletín.