Para aquellos que decían que en Cataluña no había un problema de convivencia, tal vez ahora, tras varios días en los que el independentismo está mostrando su verdadera cara, vayan cambiando su opinión.
Cataluña está en manos de los radicales, alentados y empujados a la violencia y la desobediencia por el mismo gobierno catalán. Torra aparece por las mañanas en los medios alentando a la violencia, calentando a los radicales, y por las tardes manda a los mozos de escuadra a que los calienten de otro modo. ¿Alguien puede explicar semejante sinsentido? Por ello, creo que Torra se sentiría mucho más a gusto si el gobierno aplicase el famoso artículo 155, ya que de este modo se encuentra en una situación esperpéntica, dentro del esperpento general: alentar a la violencia para luego enviar a las fuerzas de seguridad a parar dicha violencia.
La sentencia del llamado procés ha sido la excusa para que los radicales saliesen a la calle a lo único que saben hacer, y con lo único que disfrutan y que les importa realmente: destrozar, insultar, intimidar, quemar, agredir…Todo estaba programado desde hacía semanas, independientemente de la sentencia. Si era dura, por dura. Si era como ha sido, polémica en muchos sentidos, blanda para unos o dura para otros, daba igual. Y si hubiese sido absolutoria (cosa que no querían por nada del mundo), habría sido lo mismo, porque habrían aducido que se había encarcelado a inocentes.
Los independentistas que han salido a manifestarse pacíficamente no han tenido visibilidad alguna, y han tenido que quedarse también en sus casas después del primer día de protestas. El independentismo es incompatible con el pacifismo, teniendo en cuenta que su esencia es el supremacismo y esa ideología nazi de la raza superior.
La violencia desatada en Cataluña está siendo brutal, incluso entre los propios vecinos. Se han producido agresiones a personas que simplemente trataban de apagar las llamas para proteger sus viviendas. A los independentistas ya no les importa perder ese discurso internacional que trataban de vender, ese falso pacifismo, ese civismo con el que se pretendía disfrazar la causa secesionista. Cualquier atisbo de avance en el contexto internacional, ha desaparecido por completo en dos días. Cualquier legitimidad en sus reivindicaciones, desvanecida… Saben que todo está perdido y practican la política de tierra quemada, aunque sea su propia tierra la que queman. Otro sinsentido más.
En esta ocasión, las fuerzas de seguridad están actuando de forma coordinada. Un representante de los mozos de escuadra decía ayer que los mismos que ahora los agreden e insultan, el 1-O les tiraban flores. Pero, a pesar de esa coordinación, cabe preguntarse cómo es posible que un aeropuerto de la importancia de El Prat pudiese ser tomado por los independentistas, poniendo en jaque las comunicaciones aéreas, ferroviarias y por carretera en toda la comunidad autónoma.
Como ocurrió con Rajoy, las reacciones de Pedro Sánchez respecto a Cataluña son lentas, muy medidas. Para muchos, especialmente los catalanes constitucionalistas, más de la mitad de la población, exasperantemente lentas. Están hartos de una situación en la que se sienten constantemente amenazados a la hora de hablar, de opinar, de manifestarse. Están amordazados por esa violencia latente que está convirtiendo a Cataluña en un lugar triste, según me cuentan amigos y conocidos que viven alli.
Veremos cómo evoluciona todo esto. El día 18 se ha convocado huelga general en Cataluña, el colofón a todo este despropósito de violencia gratuita. Unos disfrutarán destruyendo todo aquello que encuentren a su paso en esa Cataluña que tanto dicen querer. Otros, tendrán que soportar atemorizados una jornada sin hacer negocio, sin poder salir a la calle en muchos casos.
Mientras, muchos políticos no independentistas tienen que ir constantemente con escolta. Vuelven a imponerse, como en los años de plomo en el País Vasco, los protocolos antiterroristas. Y la Kale borroka catalana, léase los CDR, Tsunami Democratic, Ómniun o ANC, entre otras organizaciones que apoya el gobierno catalán, controlando las calles.
El odio y la violencia los carga el diablo, y nunca se sabe lo que puede salir de ahí…
Caudete Digital