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Las estrategias del miedo Artículo de Óscar de Caso

El miedo es el gran arma del poder desde siempre. Lo sabemos todos. Tratar de negarlo es ridículo. Podemos construir tótems e invocar a dioses malignos o decirnos cada día que están a punto de saltar la valla 50 mil inmigrantes y que mañana nos van a cambiar el contrato laboral. Da igual, todo son estrategias del miedo.

El miedo no es algo ficticio. El miedo es parte de nuestra materia humana. ¿Qué hacemos con el miedo? Tampoco se puede negar simplemente.

Con la poderosa herramienta del miedo, que difumina la libertad, nos atenazan y nos llevan al conformismo desde hace muchos siglos. Nos han robado la capacidad de buscar soluciones al secuestrar la voluntad popular y encerrarla en el esquema de los tradicionales partidos políticos, que son los encargados de organizar nuestra existencia en exclusiva, sin dejarnos campo operativo a nosotros, los receptores de su obra, sus víctimas, sus valedores. Creo, por tanto, que «lo llaman democracia y no lo es»; y que está pendiente de incluir entre las reivindicaciones de los distintos movimientos el más elemental: el derecho a una vida digna. Al reclamarlo, gran parte de la sociedad «conservadora» muestra una sonrisa cínica y burlona e intentan esconderlo dentro del cajón de las utopías irrealizables.



Bueno, como no queda otro remedio, relacionémonos con los miedos. Y, por supuesto, sin miedo alguno. Y por eso pasan también todas esas formas colectivas de luchas actuales. Lo que ha hecho la PAH ha sido relacionarse con el miedo, básicamente. Con el miedo que hace que cada uno se relacione solo y ante el abismo respecto a una situación material, concreta, que es tener un techo bajo el cual dormir.

Si en vez de abandonarnos cada uno con nuestros fantasmas, cada uno con sus noches solitarias, cada uno con la inminencia de su terrible amenaza, buscamos y aprendemos a elaborarnos, sobre todo a convergernos colectivamente, a entender que no era para tanto porque se puede luchar de otra manera, porque se puede vivir de otra manera. Es ahí cuando el lado político de la vida, esa política en sentido real, tiene efectos de transformación y de cambio.

¿Qué es lo que coarta la libertad? Básicamente el miedo. La libertad es lo primero que se tira al cubo de la basura cuando llegan períodos de crisis, como si fuera un elemento prescindible. Se establece un orden de prioridades: trabajo, orden, seguridad, justicia… como si la libertad fuera compatible con alguna de ellas. A lo largo de la historia, como si de un resorte se tratara, en los momentos de conflictividad social, lo primero que se recorta es la libertad. ¿Les viene sonando esto de algo, benditos lectores…?



Resulta muy ilustrativo comprobar cómo resuelven o se enfrentan a sus miedos los países estúpida y ridículamente llamados del segundo o tercer mundo (creo que nunca podré llegar a comprender estos escalafones; son pobres ¡y ya está!; siempre nos están robando las palabras). Estos pueblos, al parecer, se echan a la calle en masa ante cualquier tropelía que cometan sus líderes; llenan sus calles, aun sabiendo de antemano la dureza con que se reprimen estos hechos y que pueden salir muy mal heridos de estas manifestaciones. No logro saber dónde reside el coraje de estas personas para poder enfrentarse a sus miedos. Es posible que, como por desgracia, llevan muchos años oprimidos bien por el colonialismo agresivamente saqueador de siglos pasados, o bien por el continuo hartazgo de tiranos y caciques impenitentes, no tengan nada que perder ni nada que temer. Lo encuentro admirable…

La represión viene encima del miedo. Toda acción de coerción, de represión, de condicionamiento, funciona sobre la base del miedo. La primera condición ineludible para ser libres, para tener una vida y una sociedad más libres, es perder el miedo. Relacionarnos de otra manera con nuestros miedos. Para mí el único sentido de la palabra libertad es ese. Perder el miedo. Uno sólo se puede sentir libre cuando pierde el miedo; aunque el mayor de los miedos de todos es al uso de la libertad.


El imprescindible uruguayo señor Mujica, don José, ha fallecido. Joan Manuel Serrat se despidió de él con estas palabras:



 

«Si estuviesen libres de todo pecado

palabras como honesto, solidario,

lúcido, libre, generoso,

valiente, consecuente, bueno.

Si pudiera arrancarles la mugre y devolver

a estos vocablos todo su significado,

no dudaría en aplicarlos a ti, Pepe Mujica,

referente, ejemplo, amigo, compañero.»

Óscar de Caso

Colaborador de Caudete Digital en cuestiones políticas