La familia de Pepe Amurrio ha zanjado la polémica con humildad y elegancia. Un aplauso para su viuda, Paquita, y sus hijos, que no han querido continuar con el espectáculo que se ha dado estos días en nuestro pueblo.
Otra lección de vida de una familia ejemplar, pese a la prematura marcha de Pepe, el marido, el padre, el maestro… Porque él era maestro por encima de profesor, y así me confesó una vez que le gustaba ser llamado.
Hace dos años le dediqué un editorial con motivo de los diez años de su fallecimiento. Pero hoy vuelvo sobre él porque, efectivamente, poco se ha hecho en este pueblo por honrar su memoria, su recuerdo y su legado.
Amurrio no merece homenajes por la calidad de sus escritos, ni por ser un buen maestro, ni por ir a coger setas con sus amigos, ni por ser concejal, ni por ser el primer Pregonero, ni siquiera por ser un avanzado a su tiempo con la televisión local y los debates que promovía… Pepe era una persona polifacética, respetuosa, a la que le gustaba colaborar con todo aquello que le proponían. La respuesta de Pepe era siempre «sí». Y eso sí que merece el aplauso y el reconocimiento de todos los que fuimos sus paisanos, porque contribuyó a que nuestro pueblo fuese un poco más culto, un poco más entretenido, un poco más vivo…
Siempre valoro mucho a quienes dedican parte de su tiempo a los demás. Porque el tiempo es más valioso que el dinero. El tiempo que pasa, ya no vuelve jamás, y el que dedicamos a los demás hay muchos que lo consideran perdido… y para otros, es el mejor invertido. Pepe era de los segundos.
No voy a entrar en la polémica del cambio de nombre del colegio. Bastante se ha dicho ya, y cada cual puede sacar sus conclusiones con relativa facilidad. Es momento de dejar a la familia descansar, y de dedicar unos momentos a recordar a Pepe, al que no le hubiese gustado todo este espectáculo que se ha generado.
Caudete Digital