Vuelvo a contemplar con estupor lo retorcida que puede llegar a ser la política. Se intenta aprobar una ley para que el Tribunal Constitucional tenga capacidad sancionadora si se incumplen sus sentencias, algo que personalmente pensaba que existía desde el inicio de los tiempos, y resulta que no sólo no existía tal capacidad, sino que la oposición en bloque se opone.
La interpretación que hace la oposición, o eso dice interpretar, es que con esta ley, el Tribunal Constitucional se puede instrumentalizar por parte del gobierno de la nación. Y es que a nadie escapa que el objetivo más inmediato que se persigue es evitar lo que se ha dado en llamar por algunos como un «golpe de estado lento» por parte del gobierno, o desgobierno, catalán. En este sentido, no le falta razón a la oposición, aunque con matices.
Así las cosas, estas interpretaciones, como siempre, vuelven a ser interesadas por parte de todos. El gobierno de Rajoy poco tiene que esconder en su actitud clara de defender la unidad de España, y para ello propone cuantas medidas legítimas tiene para ello. Exactamente igual que al revés: los independentistas hacen lo imposible por conseguir sus aspiraciones, con la diferencia de que éstos lo hacen por cauces que no siempre están dentro del marco legal. Sin embargo, el resto de partidos políticos utilizan esta propuesta de modificar la ley para realizar una oposición un tanto vacía de contenido. ¿Por qué no se aclaran las posturas de unos y otros, antes de nada?
Me preocupa que el partido socialista siga en su discurso ambiguo, inexplicado, distraído… Por un lado anuncia su clara disposición a defender la unidad de España, pero por otro dice que hay que reformar la Constitución para no ser inmovilista. Problema: no he oído decir qué quiere reformar, ni cómo. Tan sólo se escuda en su discurso generalista de reforma federal, sin explicar, ni siquiera por encima, qué quiere decir. Por supuesto, los independentistas se ríen de esa opción federal, que no aceptarían bajo ningún concepto, pero en el resto de España pretenden crear la duda de que ésa sería una solución que contentaría a todos. Nada más lejos de la realidad, pues no se trata más que de ganar tiempo de cara a la próximas elecciones generales. Por tanto, no me parece mal que se reforme la Constitución, lo que está fuera de lugar es que hasta ahora nadie haya explicado en qué consisten dichas modificaciones para que podamos opinar al respecto. ¿Se tiene miedo a que quede claro que eso no serviría para nada?
El resto de la oposición también barre para su montón, como mandan los cánones de la política, por mucho que nos rasguemos las vestiduras. Las explicaciones políticas siempre se pueden dar en el sentido que nos interese, sobre todo cuando no se tiene la responsabilidad de gobernar. Total, si un día se gobierna, se cambia el discurso y en este bendito país no pasa absolutamente nada. Y por eso no me parece bien que cuando hablan los líderes de partidos políticos de carácter nacional no sean taxativos, por ejemplo, con la cuestión secesionista de Cataluña. Si bien todos tienen la idea de la unidad nacional, todos, también, dejan flecos abiertos para tratar de ganar votos de no sé muy bien quien. Esto genera dudas en la sociedad, y da la sensación de poca convicción frente a los minoritarios grupos independentistas, que sí muestran una gran fortaleza en sus planteamientos.
Por otra parte, la Justicia, las Leyes, los Tribunales… son la máxima garantía en un estado de derecho, y no se pueden plantear dudas respecto a su independencia y equidad. Si esto es así, estamos abocados a una crisis mucho peor que la económica. La confianza en la Justicia ha de ser lo último que se pierda en un país democrático. Sin embargo, estamos viendo cómo se utilizan decisiones judiciales como arma política, algo que dice mucho de la irresponsabilidad de quienes utilizan estas artimañas.
Pero claro, hay que andar con pies de plomo. El Partido Popular ha de tener mucho cuidado en no traspasar ciertos límites, aunque sea en la defensa de la unidad territorial. No todo vale, y aunque para mí esta reforma legal tenga sentido, no se puede abusar de las leyes, y mucho menos tratar de ponerlas al servicio de nadie, ni de nada. También el sentido común tiene que tener su espacio en la vida política, tan ausente en estos momentos, y el diálogo dejar de ser entre besugos y pasar a ser entre personas que razonan.