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Liberalismo: cal y arena Artículo de Óscar de Caso

Es de justificada obligación conocer los orígenes del liberalismo. Estamos sometidos a él. Se introdujo a través de la Ilustración. Al parecer, el nombre lo bautizaron las Cortes de Cádiz en 1812. El axioma que lo funda viene a decir: «el individuo es la unidad y medida de todas las cosas, y la sociedad está obligada a permitir que su talento se desarrolle sin interponerle traba alguna». Su dogma se basa en la absoluta libertad individual que debe poseer el individuo, y para que se haga efectiva, toda la posición social, laboral o política tiene que ser accesible, para que el talento se desarrolle. No se ha de tener duda, de que el liberalismo lo engendró el capitalismo.

Apunto aquí que la izquierda semidesnatada abrazó el liberalismo en la política al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Repitió la misma operación en los años 80, apareándose con el liberalismo económico. Al derribarse el Muro de Berlín, pereció el comunismo; la Segunda Guerra Mundial derrotó al fascismo (por breve tiempo). ¡Arriba el liberalismo social!

Cohabitan distintas clases de liberalismo, con sensibles matices. Uno de ellos, es el tradicional conservador, aquí se produce un oxímoron en su título. La tradición no existe en su credo, su único dogma es el mercado. Un distinto liberalismo está muy interesado en que los individuos posean igualdad de oportunidades en la salida hacia la vida. Se sienten muy agradecidos hacia el Estado si éste interviene muy moderadamente en la economía. Eso sí, no pueden ni ver a la iglesia católica. La causa es que ellos ayudaron a aniquilar la Monarquía, y el intenso poder que tenía la Iglesia entre los monarcas. Finalizaremos los distintos liberalismos, con el más clásico. Aquél que no está dispuesto a que el Estado meta las narices en la economía. La responsabilidad que debe tener cada persona debe ser la garantía de todas las cosas. ¡Qué bonito y fantasioso!

El liberalismo está carente de objetividad. Tienen una norma de comportamiento en la sociedad muy individualista, que en la mayoría de las ocasiones no produce beneficios y sólo abundante tesorería nada más que a los practicantes numerarios de esta logia. Sus proclamas las dirigen a las personas maduras, con posibles, de raza blanca, y de manera preferente, heterosexual. El liberal entero, persigue la eficiencia, a toda costa, no solo en las relaciones comerciales, también, y por desgracia, en las transacciones sociales, que no son social o políticamente sostenibles. Practica, y con sumo despilfarro, la niña Ayuso una libertad que los politólogos titulan «libertad negativa», es decir: si tengo suficiente dinero y poder y se mercantiliza todo y nadie ni nada puede impedírmelo, puedo comprar o vender lo que me venga en gana. Vulgo: hacer lo que me salga de ahí… En tiempos de pandemia: ¡Sálvese el que pueda tener dinero!

Colocaré un ejemplo muy publicitado por los señores adictos al liberalismo: en su tenaz empeño por mantener intacta la libertad plena de los individuos, le piden al Estado que no debe impedir a nadie dormir debajo de un puente. Aunque nunca hayamos podido ver a un liberal, vivir debajo de un puente… A las peticiones de igualdad que ha hecho la ciudadanía, los señoritos liberales las han calificado de pura envidia de los pobres para con los ricos. Niegan los magnates, benditos lectores, que su riqueza la hayan producido los riñones de los pobres.

El imprescindible señor Mújica, don José, definía el liberalismo moderno diciendo: «El liberalismo promete lo que no da, pero como filosofía es un escalafón superior de la humanidad».

Tenemos que dar por buenos los siguientes logros del liberalismo: las normativas en las elecciones y, por consiguiente, la democracia representativa, un Estado básico de derecho, y la separación de los distintos poderes del Estado. Solo esto…


El cantautor andaluz Pepe Suero (1947-2013) nos ha dejado uno de sus brillantes poemas musicalizado por él mismo. Versos en los que apoya la solidaridad sin excluir colores, la paz sin uniformes, la amistad sin pasaportes y la dignidad de los jornaleros. La canción se titula: «Pienso que muero al pensar».

 

Pienso que muero al pensar,

mi mal no tiene remedio.

Muero queriendo la paz,

pienso que pensando muero.

Pienso que muero al amar,

muero amando lo sincero.

Pienso que vivo al cantar,

quiero cantar y no puedo.

Muero queriendo escribir,

muero queriendo expresar.

Muero queriendo vivir,

muero tras de la verdad.

Pienso que muero al amar,

muero amando lo sincero.

Pienso que vivo al cantar,

quiero cantar y no puedo.

Pienso que pensando muero,

pienso que muero al pensar.

Óscar de Caso

Colaborador de Caudete Digital en cuestiones políticas