Lo mejor de los españoles, sin duda, es que saben vivir. Para saber vivir, así mismo, hay que saber mentir como nadie, y ese es un rasgo primordial de los españoles actuales.
Los españoles son malos clientes de confesores, psiquiatras y, en general, de los profesionales que intenten averiguar la verdad. Como contrapunto a esta casi objetiva afirmación, cabe decir que a pesar de que el español es un mentiroso convicto, no consigue engañar a nadie.
Otra «cualidad» que los españoles manejan, y con qué destreza, es saber echar la culpa a los demás. La capacidad de quitarse de encima las culpas es mala cualidad para la convivencia organizada, pero excelente para la supervivencia personal.
Un nuevo «atributo» de los españoles es ser amables, serviciales, simpáticos, hasta pueden parecer tolerantes, aunque en la realidad no lo sean. El atractivo turístico que califica a España es que todos sus recursos los despliega mayoritariamente con los de fuera, los extranjeros incluso. Ese símbolo desbordante para hablar varios a un tiempo, para rodearse de ruido. La amabilidad española, viene demostrándose a gritos.
Los españoles sabemos, por encima de todo, entender el tiempo como algo elástico y gratuito. De ahí también que no sepan despedirse ni haya manera de terminar las reuniones, las sobremesas, los coloquios de conferencias. El español, para quedar bien, tiene que hacer ver que su tiempo no vale gran cosa. No queda bien dejar ver que tiene otras urgencias.
Los españoles están completamente preparados para saber vivir porque saben morir con una notable elegancia y dignidad, sin perder la compostura, como los toreros. Ya es curioso que el precio del metro cuadrado más elevado sea el de los cementerios. Si no fuera por la muerte, la mitad de la mejor pintura española no existiría, desde el entierro del conde Orgaz hasta El Guernica.
Otra virtud casi pasiva de los españoles viene a ser, lamentablemente, que leen poco, ahora bien, gustan de escuchar a los que leen.
POSDATA.- El escrito que acaban de leer, benditos lectores, es un pequeño resumen de los conceptos expuestos por el sociólogo Amando de Miguel en su libro titulado «Con sentido común».
El poeta asturiano Ángel González nos deja con unas palabras que tituló «Todos ustedes parecen felices…» del libro «Áspero mundo» de 1956
…Y sonríen, a veces, cuando hablan.
Y se dicen, incluso,
palabras
de amor. Pero
se aman
de dos en dos
para
odiar de mil
en mil. Y guardan
toneladas de asco
por cada
milímetro de dicha.
Y parecen -nada
más que parecen- felices,
y hablan
con el fin de ocultar esa amargura
inevitable, y cuántas
veces no lo consiguen, como
no puedo yo ocultarla
por más tiempo; esta
desesperante, estéril, larga
ciega desolación por cualquier cosa
que -hacia donde no sé-, lenta, me arrastra.