Desde hace años está en la calle un debate que parece no tener fin: ¿es bueno o es malo que los niños tengan deberes después de la jornada escolar? Quizás en el equilibrio esté la solución, pero no todo es tan fácil como parece.
Tanto los argumentos a favor como en contra son muy numerosos, y todos parecen tener sentido común. Por ejemplo, se esgrime para defender los deberes que es un hábito que fortalece la disciplina y prepara al alumno para el futuro, que hace que los niños aprendan a distribuir su tiempo y que refuerzan lo aprendido en la escuela. Parece lógico.
Sin embargo, en contra se dice que los deberes impiden que los niños tengan tiempo libre y que puedan jugar, algo fundamental en la etapa de desarrollo. También puede afectar a la convivencia, porque, según las edades, atañe a los padres ayudar a sus hijos en los deberes, y esto no siempre es posible, ya que el trabajo de los progenitores puede ser un obstáculo para ello. Esto, según algunas asociaciones, puede acarrear desigualdades en el desarrollo educativo de los niños. También hay quien se pregunta qué pasa con los padres que no tienen estudios y no pueden ayudar a sus hijos… Incluso, hay quien va más allá y está convencido de que los deberes atentan contra el artículo 31 de la Convención de los Derechos del Niño: «El niño tiene derecho al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes». Bien mirado, estos argumentos en contra de los deberes también parecen lógicos…
Lo cierto es que a un niño que esté en la ESO y que realice alguna actividad extraescolar, poco tiempo le queda para jugar en una jornada normal después de hacer también los deberes (si el niño cumple con sus obligaciones, claro…). Pero, a veces, tendemos a exagerar. En general, el problema está más en una incorrecta planificación de los deberes. Se está comprobando que una mayor comunicación entre los profesores en este sentido, optimiza el resultado. Sí, porque no es lo mismo cargar a un niño con deberes de matemáticas, ciencias y lengua en un día, que si cada día tuviese deberes de una sola asignatura. Esto mejora la comprensión, porque el niño se centra en la materia, y el reparto del trabajo se hace más escalonado a lo largo de la semana.
Esto, claro está, son propuestas que en unos centros se llevan a la práctica y en otros no, ya que los protocolos en materia de deberes quedan al libre albedrío de los profesores, que optan por lo que, a su criterio, es lo mejor para sus alumnos. Hay cada vez más voces que piden que sea la Administración la que regule estas tareas, tantas voces como las que piden lo contrario. Pero sí que me surgen preguntas que cuestionan algunos argumentos, como lo referente a los padres que trabajan o que no tienen estudios… ¿Es mejor que ningún niño haga deberes porque haya padres que no puedan ayudar a sus hijos? ¿Sería éste un argumento válido, el evitar que una parte de los estudiantes avance más porque la otra parte tiene alguna dificultad? Que cada cual se responda a esto…
Para este fin de semana se ha convocado una «huelga de deberes» por parte de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), que se extenderá a todos los fines de semana de noviembre. Para parte del profesorado, estas cosas pueden interpretarse como una intromisión a su labor docente y a su trabajo, mientras los padres convocantes dicen que una vez fuera del colegio, son ellos «los que mandan». Sea como fuere, lo mejor siempre es el diálogo.
Personalmente, creo que la Administración no debería regular una cuestión como la de los deberes, ya que corresponde a los profesores, que son los que viven de primera mano la situación de sus alumnos, tomar las mejores decisiones al respecto. Tal vez sí sería conveniente evitar la sobrecarga de tareas, y estoy seguro de que hablar entre padres y profesores es lo mejor para llegar a ese equilibrio tan deseable.