El arte de la manipulación tiene en Cataluña su máxima expresión. Aunque la mentira se gestó hace más de un siglo, han sido los últimos años los que han dado el fruto apetecido. El sentir fraticida de los catalanes hacia el enemigo común (el resto de España) que pretenden imponer los políticos de Cataluña, está llegando a los niveles óptimos.
Sin embargo, a ese impuesto e inventado enemigo común, el resto de España, cada vez nos importa y nos impacta menos todo aquello que tiene que ver con ese mal llamado «problema catalán». En realidad, muchísimo tendría que cambiar la realidad política en nuestro país para que los sueños secesionistas de algunos tuvieran alguna posibilidad de prosperar, y eso es algo que está asumido. Pero bien es cierto que el clima de confrontación y la manipulación extrema, han conseguido que Cataluña lleve tiempo perdiendo activos económicos, sociales y me atrevería a decir que hasta culturales. Tal es la situación, que los políticos catalanes están forzando con éxito en su población los sentimientos xenófobos y racistas, algo por lo que estos rufianes no pagarán nunca lo suficiente.
La semilla del odio no es difícil de sembrar y, con paciencia, tampoco es difícil hacer que crezca sana y fuerte. Sólo hace falta tener pocos escrúpulos y ser muy sinvergüenza. Los manipuladores que persiguen enfrentar a las personas, no tienen perdón, ni deberían tener hueco en una sociedad moderna. La Edad Media pasó hace algún tiempo, y reyezuelos que pretenden imponer dictaduras y pasar por encima de todos, cada vez quedan menos. Afortunadamente.
Los gobernantes catalanes, y quienes les ríen las gracias por interés propio (nunca por interés general), buscan con ahínco la provocación para poder presentarse ante el mundo como los últimos mártires de Roma. Buscan que los detengan, que los juzguen, que las Ramblas se llenen de tanques, que la Guadia Civil asalte el Parlament… ¡¡Ése sería su sueño!! Pero, válgame Dios, nada de esto ocurre. Juicios, los justitos, eso sí, bien aprovechados para salir en romería con el ajusticiado y ganar unos minutos de televisión. Pero ni tanques, ni nada de nada. Desesperante. Afortunadamente, Puigdemont puede tirarse de los pelos con facilidad. Tiene donde agarrar.
Si en España cada vez genera menos expectación esta cuestión, para qué hablar del resto del mundo. Salvo para hacer buenos viajes turísticos y meterse entre pecho y espalda opíparas comilonas a costa del dinero de los catalanes, la estrategia internacional del «procés» no es que haga aguas, es que nació como un bloque de hormigón en el fondo del mar. Hasta Pablo Iglesias acaba de decir que el referéndum que pretende llevar a cabo el gobierno catalán «no es aceptable».
Y es que si prevaricar es hacer algo mal a sabiendas, para estos políticos catalanes habría que inventar otra palabra. Porque se les queda muy, pero que muy pequeña. Lo gracioso, o lo profundamente triste, es que utilizan tanto las palabras «libertad» o «democracia» que las van a desgastar. Pero, en realidad, el Estado de Derecho que ellos proponen es hacer lo que ellos digan, y sancionar a quien no piense como ellos. A veces me pongo en la tesitura siguiente: supongamos que consiguen su propósito y se independizan. ¿Qué ocurriría si Tarragona, por poner un ejemplo, solicitase un referendum de independencia para separarse del resto de Cataluña? ¿Lo admitirían el señor Puigdemont y sus secuaces?
El dinero mueve montañas, pero también compra televisiones y periódicos, y construye escuelas. El adoctrinamiento empieza en la guardería, y sigue frente a la tele. Los millones de euros que la Generalitat destina a su maquinaria manipuladora es brutal. Esto no es un suponer, es real. La Generalitat compró 362 medios privados de comunicación por 12,7 millones de euros en 2016. Según sus propias palabras, el objetivo es “lograr que los medios de comunicación públicos dependientes de la Generalitat sigan siendo unos transmisores eficaces del modelo nacional catalán. Para ello se utilizará y difundirá de forma clara los conceptos relativos a la identidad nacional catalana”. Esto me recuerda mucho al nazismo. No se trata de unos medios dirigidos a informar libre y fehacientemente a todos los catalanes, sino exclusivamente destinados a difundir el ideario político del gobierno catalán.
El pueblo catalán es trabajador, honrado y buena gente. Pero ni es mejor, ni peor que el resto de españoles, como les quieren hacer creer. Han tenido la suerte de que, por las causas que sean, disponen de mayor tejido industrial, junto al País Vasco, que el resto de España. Sí, son más ricos, y ésa suerte tienen. Y tienen su propia lengua, algo culturalmente muy enriqueceder. Pero ni eso, ni razones históricas, ni de cualquier otra índole, salvo los propios intereses de grupos políticos que persiguen eternizarse en el poder, justifican este enfrentamiento fraticida que tendría que avergonzar a quienes lo provocan y alientan.
Sólo veo una solución a largo plazo, y es que sean los propios catalanes los que se rebelen contra su decadente modelo político actual, y que sean capaces de poner al frente de sus instituciones a personas con una visión mucho más responsable y global de los verdaderos problemas que sufren. Mientras esto no ocurra, y el modelo secesionista siga al frente, Cataluña perderá mucho más que ganará, porque una parte importantísima de su presupuesto irá directamente al cubo de la basura y sumará más enemigos que amigos.
De momento, ya han gastado 200.000 euros en urnas. ¡Lástima de dinero…!