La mayoría de catalanes dieron ayer una lección contundente a sus dirigentes políticos no acudiendo a votar en ese "simulacro" de referéndum organizado por el gobierno de Arturo Más. El presidente del gobierno catalán ha tratado por todos los medios de sembrar la discordia y el odio, pero, afortunadamente, todos tenemos que sentirnos contentos de que el sentido común prevalezca todavía por encima de fanáticos y fundamentalistas como Junqueras o Más y sus secuaces.
Conmemoramos estos días la caída del muro de Berlín, y, sin embargo, en Cataluña se afanan algunos en construir un muro inmenso que separe familias, amigos y ciudadanos, en nombre de una quimera económica, con la ensoñación de convertir a Cataluña en un gran paraíso fiscal. Que nadie se engañe, ni se ponga romántico. Aquí no hay reivindicaciones históricas, geográficas o culturales. Aquí se busca la pela, fundamentalmente, y perpetuarse en el poder.
Arturo Más ha gastado millones de euros de las maltrechas arcas catalanas, dinero de todos, en un proceso ilegal, amoral y vergonzoso. Ha gastado el dinero público en delinquir con luz y taquígrafo, delante de las narices de todo el mundo. A la larga lista de corruptos y delincuentes, hay que añadir ahora al presidente Más, o que me expliquen a mí cómo se califica gastar dinero público en un proceso ilegal. Se mire por donde se mire, Arturo Más es un delincuente, y si la ley es para todos, debería pagar por sus delitos de la forma que la ley determine. Si no es así, no podremos decir que vivimos en un Estado de Derecho, porque de la misma forma en que la Infanta puede acabar en la cárcel, Más tendrá que pagar por prevaricación, desobediencia, sedición, malversación de dinero público y un posible delito contra la intimidad. Ahí es nada.
Me gustaría que el líder socialista, Pedro Sánchez, sobre cuyos hombros recae la responsabilidad de representar a millones de votantes, fuese también un poco más concreto y confiable. Vamos, que éstos no son momentos para zarandajas, y para decir sí pero no. Es momento de firmeza, porque estamos hablando de la base de nuestra Democracia, y ante los disparates de algunos, tiene que estar la responsabilidad de quienes gobiernan y la de quienes aspiran a gobernar.
Es momento de que la sociedad catalana defienda sus derechos, pero no es necesario separarse de España para ello. Antes de nada, lo ideal sería una regeneración política cuyo lema no fuese el odio y la xenofobia. Durante años, todo se ha crispado de manera intencionada, pero todos podemos volver a la cordura, y a esa concordia que tendría que ser la natural entre compatriotas, unidos por muchas más cosas que las que nos separan.
Cataluña no merece, bajo ningún concepto, estar en manos de personas como estos políticos cuyo ideal es crear nuevos Muros de la Vergüenza.