Esta semana he estado en la inauguración de «Gráficas Bañón», aunque más bien tendría que decir reinauguración. O reinvención.
No suelo hablar de negocios en mi editorial, pero en este caso hablo del negocio de unas buenas amigas, Silvia y Elisa, y de su padre, Manolo Bañón, y de toda una institución en nuestro pueblo: «la imprenta». Durante muchos años, no hubo otra, y era uno de los negocios más conocidos por los caudetanos.
Como nos contaba Silvia a los presentes en la inauguración, su padre puso en marcha el negocio hace más de 50 años, justo en el mismo lugar donde inicia de nuevo su andadura. Todo ha cambiado mucho desde entonces, y de los tipos de plomo, con los que tenían que ir construyendo las palabras una a una, de un modo artesanal, han evolucionado perfectamente a la era digital. Han cambiado las herramientas, pero la imaginación sigue siendo la baza fundamental en este oficio.
Manolo levantó un negocio que era complejo en aquellos años, pero trabajó bien y lo hizo prosperar. La imprenta pasó por diversos emplazamientos. Decidió trasladarla un poco más arriba, también en la calle El Molino. Posteriormente, con una buena carga de trabajo, se trasladaron a la Avenida de Valencia, convirtiéndose en mis vecinos. Allí estuvieron durante 18 años. Y ahora, han vuelto al sitio donde nació el negocio.
«Gráficas Bañón» sufrió mucho con la profunda crisis que atravesamos desde 2008, como todas las empresas y negocios de este país. Tuvieron que adaptarse, y eso no siempre es fácil, porque la supervivencia de un negocio implica, en ocasiones, tomar decisiones desagradables. Muy a su pesar, tuvieron que prescindir de personal que llevaba muchos años trabajando con ellos, y, a la vez, hacer frente a unos cambios muy profundos en la manera de trabajar, pasando con rapidez a depender del diseño y la impresión digital. Por fortuna, esta adaptación fue exitosa, y el negocio sigue adelante y con buenas perspectivas para el futuro.
Silvia y Elisa dirigen un negocio en el que nunca han tenido que reivindicar nada por ser mujeres. Han trabajado de igual a igual entre hombres, y su padre siempre ha confiado plenamente en ellas. De hecho, ahora se han convertido en unas verdaderas expertas, tanto en el diseño como en la propia dirección de la empresa, y me consta que lo hacen muy bien.
El establecimiento en sí lo han decorado de manera muy original, y se puede decir que es un mini museo, donde se pueden ver los tipos de plomo y otras herramientas que se utilizaban hace años para componer los gráficos y los trabajos que realizaban.
Han adoptado un lema de Johannes Gutenberg: “La imprenta es un ejército de 26 soldados de plomo con el que se puede conquistar el mundo”. ¡Cuánta razón esconde esta frase!
Les deseo mucha suerte a mis amigas en esta nueva andadura, y espero que, aunque su ejército no sea de plomo, conquisten igualmente el mundo.