«Quiero disfrutar al máximo de este momento. Sin pensar en lo que vendrá. Me planteo la vida así». Natacha López, la mujer de José David Serrano, pronuncia estas palabras sonriente. Serena. Ya ha recuperado el aliento. Ha deshecho el nudo en la garganta ocasionado por el cansancio y la emoción. Hace unos minutos que ha alcanzado la meta de su primera carrera tras someterse a una operación dentro de su batalla contra el cáncer de mama. Cuando se lo diagnosticaron tras una ecografía rutinaria, se asustó. Desde que su oncóloga le aseguró que verá crecer a sus hijos, Andrea y Zlatan, rezuma optimismo. «Pero es que se hace largo, quiero que acabe ya», proclama.
Natacha López es de sobra conocida en el pelotón del running. Siempre armonizando zancadas con David Serrano, su marido, desde el verano era ya inconfundible por el pañuelo que lucía en la cabeza. Cuando ella empezó el tratamiento de quimioterapia, él también se cortó la melena. Cuando a ella le tocó entrar en el quirófano el 22 de febrero, él también dejó de correr. «No habría podido soportar ver que se pusiera las zapatillas. Es lo que peor he llevado, no poder entrenar ni ir a las carreras», afirma la atleta.
Han sido 23 días de parón. Justos. «No he permanecido tantos días sin salir ni estando embarazada, ni tras los partos», comenta Natacha. Andrea, el mayor, tiene ocho años. Aunque su primogénito nació tras una cesárea, ella volvió a entrenar menos de un mes después. Entonces aún no participaba en carreras. Zlatan vino al mundo el 13 de enero de 2011. Justo una semana después, su madre se enfundó las zapatillas y el día 20 participó en la Galápagos, del Circuito de Carreras de Valencia.
El lunes 14 de marzo, Ana Lluch, su oncóloga, le dijo que ya estaba en condiciones para a enfundarse las zapatillas. «¿Aún no has vuelto a correr?», le preguntó sonriente. Por diferentes cuestiones, no pudieron salir hasta el miércoles. Y desde entonces, David y Natacha marcaron una fecha en rojo: el domingo 3 de abril. El destino no podía ser más caprichoso. Ayer empezaba en Alfafar el circuito Run Cáncer, que recorrerá diferentes localidades de la provincia de Valencia con carreras y marchas solidarias contra la enfermedad. Y allí estaban ellos.
«En la primera vuelta ha ido llorando. Decía que no estaba bien. ¡Pero luego no veas la caña que me ha dado!», bromeaba la atleta en referencia a David. Quedó cuarta en la categoría de Absoluta Femenino, con un tiempo de 34 minutos y 58 segundos. Pero eso les daba igual ayer cuando pasaron sonrientes por debajo del arco. Cuando se fundieron en un tierno abrazo.
Habían alcanzado la primera meta. No la de Alfafar, sino la de volver a las carreras tras la operación a la que sabían desde verano que Natacha debía someterse. La primera victoria en una guerra que ahora incluye sesiones de radioterapia y otro paso por el quirófano. Ahora las zapatillas, los entrenamientos y las carreras van a formar parte de la terapia. «Este año no podemos planificarlo. Vendrá como venga. Si podemos, pues igual corremos el medio maratón de Valencia», argumenta David en referencia a la temporada.
El día fue muy feliz para la pareja. Jairo Civera, el chico reinsertado mediante el atletismo gracias a un programa que David ideó en la Fundación Diagrama, corrió ayer su primer medio maratón. Lo hizo en Moncada y ganó en su categoría, la Junior. «¡Ha hecho 1.26.25! ¡Es un tiempazo!», exclamaba ayer David.
Pero la lucha continúa. La de Jairo. La de David para ayudar a otros chicos como él. La de Natacha para fulminar definitivamente su enfermedad. Ayer, en Alfafar, fue una vez más un ejemplo de lucha contra el cáncer. Pero ella sólo quería dos cosas. Una, llegar a casa y abrazar a sus hijos, Andrea y Zlatan. La otra, volver a enfundarse las zapatillas y correr junto a David. Su liebre en el atletismo. Su compañero en la carrera de la vida. Su amor.
Fuente: Las Provincias