En efecto, que no les confundan, benditos lectores. La enseñanza se imparte en los centros escolares. La educación tan solo se aprende y desarrolla en el ámbito familiar. Este axioma vienen a confundirlo, demasiadas veces, los padres de familia, que vuelcan en el profesorado sus obligaciones como progenitores.
Démosle un oportuno, obligado y sencillo repaso histórico a la enseñanza. A comienzos del siglo XX, los distintos gobiernos comprobaron que había muchas personas trabajadoras en las zonas rurales que emigraban hacia las grandes ciudades. Observaron, que a esa mano de obra había que alfabetizarla (hasta ese momento, saber leer y escribir era un lujo sólo para burgueses) para que rindiera con más eficiencia en los nuevos puestos de trabajo creados por la industria. La motivación patronal era sólo de índole económico, muy lejos de lo planteado en la Ilustración.
Otro recuerdo más. Cuando algunos ingenuos -desmemoriados- nostálgicos porfían que la antigua enseñanza era mejor, quieren olvidar, a propósito, o no, que terminar la escuela y pasar a la universidad sólo se lo permitían familias elitistas.
Añado otro apunte sociológico: los eventos que les suceden a los jóvenes entre los 14 y los 26 años, les marcan de cómo es el mundo. Ustedes pueden considerar que una persona con 25 tacos no es un joven. Los sabios sociológicos que han elaborado esta premisa consideran que el tiempo de juventud, con el paso de los años, se va prolongando en exceso. Un servidor parece estar de acuerdo.
Mi admirado escritor y periodista Juan Soto Ivars afirma con posible prudencia: «Jóvenes sabelotodo y viejos dóciles han dado lugar a una inversión extraña de papeles que conduce a una sociedad dominada por el impulso apasionado del adolescente eterno, que no termina de madurar, es decir, que jamás se hace responsable. ¿Cómo extrañarse de las bajas tasas de natalidad? ¡Si muchos jóvenes son papás de sus papás!»
Comprobando el futuro laboral, social, político y económico, las familias y la propia juventud, se preguntan, ¿estudiar, para qué? Si los jóvenes siempre han protagonizado las rebeliones (nunca revoluciones), son la esperanza para conseguir un mundo mejor, más justo y solidario, que cambie todo lo malo. El único medio pacífico para lograrlo es a través de la enseñanza, con educación incluida. Por el contrario, el poder no quiere ni que nos eduquemos ni mucho menos que aprendamos y aún menos contra él. Le dedica mucho esfuerzo a ello.
Hemos de conceder que la juventud es una edad en la que finaliza la ternura que hemos derrochado con el niño que fue. El joven tiende a ser poco comprensivo para con los demás. No logra entenderlos.
Hay un motivo, entre otros, que señala la diferencia social y económica de cómo rinden los escolares: las distintas y diversas regiones que componen España. Demostrado. En los libros de Sociología vienen a decir que si los jóvenes leyeran más prensa, la corrupción política y social disminuiría. Puede que sí…
Salvo apasionadas vocaciones, o forzadas y frustradas herencias profesionales familiares transmitidas, los jóvenes acceden a la universidad sin apenas ilusión mantenida para cualquier carrera universitaria. El sistema de enseñanza, de manera incomprensible, acepta sin reparos que el alumno es el que tiene que saber lo que quiere o le interesa aprender; el profe únicamente debe acompañarle y jalearle.
En las facultades de letras fomentan que los sesgos y prejuicios en las lecturas de textos educativos, favorecen la comprensión de las materias lectivas. Aceptan la autocensura que el sistema educativo les impone, para no traumatizar a la muchachada. Con ello, logran enseñar lo que al gobierno de turno más le interese. Recuerden los innumerables planes educativos que cada ministro del ramo ha implantado despreciando al anterior. Las universidades se han transformado a modo de un apacible funcionariado, donde se observa el mundo como antiguamente. Día a día se pierde en el alumnado la capacidad oral, de expresión y de diálogo. El profesorado de última generación advierte que la memoria debe tener menos peso en la formación del estudiante; animan a cultivar una mayor capacidad para la improvisación y creatividad. Por lo que se oye, no se puede dar clase sin un soporte visual; la enseñanza le tiene que penetrar a través de los ojos. La imagen ha desplazado a la palabra, y la capacidad misma de entender.
Existe una idea que se filtra, y rápido, en el ámbito de la enseñanza: no merece la pena almacenar datos o contenidos. La sociedad y el mercado de trabajo cambian con facilidad. Qué motivo defendemos para acumular datos si internet funciona 24/7 y de gratis. Ahora bien, con esta práctica actitud, hemos de tener en cuenta que la enseñanza que reciben los alumnos la decide el algoritmo, y todos entendemos quiénes son sus putos amos.
Finalizo con un ruego: señores que componen los movimientos intelectuales: la enseñanza en España y sus alumnos necesitan de su sabiduría y buen hacer. Añado algo más: intelectuales, enseñen a «cómo pensar», en lugar de «qué pensar». Por favor…
No he podido resistirme, discúlpenme. Es mi casi amigo, es inteligente, divertido y poeta, Don Javier Krahe. Del disco «Elígeme” de 1988, la canción «Si lo llego a saber». Relata los regalos que le hacía a su novia, mientras ella le engañaba con otro.
Anoche te vi por la calle,
entrabas sonriente a un portal.
La mano de un novio en tu talle
-morboso detalle-
me sentó fatal.
Seguro que estás todo el día
metida en la cama con él,
le obsequias tu ninfomanía,
y aromas la orgía
con rico Channel.
Si lo llego a saber,
desde luego el perfume te lo compra Rita,
si lo llego a saber,
me enamoro de otra. De ti… ¡quita, quita!
¡Quita, quita, si lo llego a saber…!
Tampoco te hubiera comprado
el juego de ropa interior,
seguro que el muy desgraciado
te lo ha desgarrado
en el ascensor.
Porque era una mano de obseso,
de cerdo, diría mas bien.
Y tú, disfrutando con eso,
de exceso en exceso,
Diciéndole: ¡ven!
Si lo llego a saber,
el liguero y el resto te los compra Rita,
si lo llego a saber,
me enamoro de otra. De ti… ¡quita, quita!
¡Quita, quita, si lo llego a saber…!
Los cuerpos más calenturientos
tendrán, digo yo, que parar
al menos en ciertos momentos,
tomar alimentos,
en fin, reposar.
Son ratos en que uno conversa,
e igual que me hacías a mí,
seguro que le hablas, perversa,
del Imperio Persa
y cosas así.
Si lo llego a saber,
las Memorias de Adriano te las compra Rita,
si lo llego a saber,
me enamoro de otra. De ti… ¡quita, quita!
¡Quita, quita, si lo llego a saber…!
Si lo llego a saber,
me enamoro de otra. De ti… ¡quita, quita!
Si lo llego a saber,
me enamoro de… ¡me enamoro de Rita!
De ti… ¡quita, quita, si lo llego a saber!