genoc

No hay ninguna duda: es genocidio Artículo de Óscar de Caso

Asesinato colectivo de un grupo determinado por una característica común -religión, raza, nacionalidad- con el fin de exterminarlo (el asesino también puede ser colectivo). Ocurre continuamente. Si la palabra es relativamente nueva y fue acuñada para castigar a los ideólogos de la «solución final» del problema judío en Alemania –los nazis juzgados en Nuremberg y en unos tribunales especiales de crímenes de guerra-, la perpetración de estos actos es anterior y posterior; aparece sin cesar en la historia y en la actualidad: véase la prensa diaria.

La Convención Internacional de 9 de diciembre de 1948 definió el genocidio como «la destrucción o persecución de grupos humanos concebidos como entidades nacionales, étnicas, raciales o religiosas», y los actos típicos de genocidio están enumerados así: asesinatos de miembros del grupo, atentado grave a la integridad física o mental de miembros del grupo, sumisión intencional del grupo a condiciones de existencia que puedan ocasionar su destrucción física total o parcial, medidas que traten de impedir los nacimientos en el seno del grupo y, finalmente, transferencia forzosa de niños de un grupo a otro.

Fácilmente puede verse que el genocidio sigue siendo un hecho cotidiano. La jurisprudencia que pareció sentarse en Nuremberg en 1946 se ha perdido después, por la razón de que los genocidios los cometen frecuentemente las mismas naciones que entonces los castigaron, o sus afines y protegidos. Caben pocas dudas de que, si el resultado final de la guerra hubiese sido el contrario, los vencedores habrían encontrado también suficientes delitos como para colgar y encarcelar a los vencidos y para continuar perpetrando los mismos genocidios.



POSDATA.- Como todos sabemos, lamentablemente, tenemos plena conciencia de que para vivir del oficio de político no se precisa de ningún certificado de estudios (ni elementales ni superiores). Y estando casi seguro de que muchos de estos próceres son benditos lectores de mis escritos, casi estoy obligado a ilustrarles sobre el tema en cuestión. Para poder conseguir un criterio afortunado y, posiblemente, casi objetivo, he consultado «El diccionario político» revisado y ampliado en la edición de 1995, del reconocido periodista madrileño Eduardo Haro Tecglen (1924-2005).


Pongo la inevitable poesía del imprescindible uruguayo señor Benedetti, don Mario. Del libro de poemas «Letras de Emergencia» escrito entre 1969-1973, el poema titulado: «Oda a la pacificación».

No sé hasta dónde irán los pacificadores con su ruido metálico de paz,
pero hay ciertos corredores de seguros que ya colocan pólizas contra la pacificación
y hay quienes reclaman la pena del garrote para los que no quieren ser pacificados.
Cuando los pacificadores apuntan, por supuesto, tiran a pacificar
y a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro.
Es claro que siempre hay algún necio que se niega a ser pacificado por la espalda
o algún estúpido que resiste la pacificación a fuego lento.
En realidad somos un país tan peculiar
que quien pacifique a los pacificadores un buen pacificador será.



Óscar de Caso

Colaborador de Caudete Digital en cuestiones políticas