Inmersos ya en una crisis sanitaria en nuestro país, con el virus del ébola tratando de expandirse por la Castellana, ha surgido hoy un problema añadido: el perro de la enfermera contagiada. El Partido Animalista, junto a miles de personas, acaba de afirmar que no va a permitir que se sacrifique el perro mientras no haya pruebas concluyentes de que tiene el virus.
Como en este país somos como somos, se ha tardado más bien nada en criticar salvajemente al gobierno y al Ministerio de Sanidad por la gestión de este problema. Si hace unos días se comentaba que España había sido excesivamente dura en las medidas preventivas y en los protocolos de seguridad puestos en práctica para evitar contagios, hoy ya nada de eso vale. Muy criticada es la repatriación de los dos misioneros españoles infectados. Es decir, a toro pasado ahora resulta que estas personas tendrían que haberse quedado donde estaban porque, total, iban a morir igual… No quiero ni imaginar qué hubiese ocurrido si eso se hubiese hecho así… Seguramente, en estos momentos Rajoy estaría en el Tribunal de Derechos Humanos, denunciado por asesino por los mismos que ahora critican la repatriación. Claro que con ayudas como la de Ana Mato, y su patética rueda de prensa, tampoco se puede esperar que los españoles estemos muy tranquilos con este asunto tan peliagudo.
Volviendo al perro, es curioso ver cómo, a veces, perdemos el juicio. Y lo digo por la declaraciones que se pueden oir y leer en estos momentos por personas que se supone cuerdas, pero que están más preocupadas por salvar al perro que por la posibilidad de que ese mismo perro pueda contagiar a más personas de una enfermedad mortal.
Sin ser necesario explicarlo, me considero amante de los animales. Y me duele la posibilidad de que ese animal, finalmente, tenga que ser sacrificado. Pero hay que tener en cuenta que si el ébola es tan desconocido todavía que no hay tratamientos eficaces para personas, ¿cómo vamos a estar seguros de si el pobre animal está contagiado, si va a mostrar síntomas o no, si puede ser portador de la enfermedad sin desarrollarla, pero contagiando a humanos, o qué se yo qué otras posibilidades? ¿Es posible que estemos dispuestos a salvar al perro poniendo en riesgo una sola vida humana?
Esto es como todo. Cada cual que se haga esas preguntas, y cada cual que se responda. Mi respuesta, pública, es que yo no arriesgaría la vida de ninguna persona si existe una mínima posibilidad de que el perro pueda contagiar a alguien.