Mucho ha tardado Ana Mato en dimitir. No ha destacado durante sus años como ministra como una persona capaz de gestionar adecuadamente sus distintas responsabilidades; ni las públicas, ni las privadas. Cuando se iniciaron las investigaciones sobre la llamada «trama Gürtel», su marido fue directamente señalado como receptor de numerosos regalos, algo de lo que Mato se benefició y que, obviamente, no podía desconocer. Ese hubiese sido un buen momento para dimitir.
Tras la balbuceante rueda de prensa que ofreció nada más desatarse la crisis del ébola en España, hubiese sido otro buen momento para dimitir. Ni siquiera pudo ponerse al frente con autoridad en la resolución de un problema que le afectaba directamente, y tuvo que ser la Vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáez de Santamaría, la que se arremangase y se pusiese manos a la obra.
Pero ahora, una vez que ya no tiene escapatoria en un caso de corrupción que la salpica muy de cerca, yo diría que es tarde para dimitir, y que no es un buen ejemplo de la filosofía que se pretende transmitir a la sociedad en cuanto a la corrupción. Porque dimitir cuando uno no tiene otra cosa que hacer, no tiene valor.
El sustituto de Ana Mato es Alfonso Alonso, y me parece, en principio, una persona razonable. Digo razonable porque suele hablar con serenidad y educación, y porque los portavoces de la mayoría de los partidos políticos le respetan, algo que dice bastante en su favor. Fue alcalde de Vitoria ocho años y en aquel entonces la sanidad de la ciudad dió un avance muy importante, luego algo sabrá del tema. Fue también uno de los primeros «populares» en posicionarse abiertamente en favor del matrimonio homosexual. Pero, obviamente, no todo es bueno, y de su época de alcalde existen numerosas luces y sombras. Pesan sobre él denuncias del PSOE por supuestas actuaciones irregulares, aunque siete años después todavía no se han concretado.
Pero lo peor de Alonso es que, horas antes de ser Ministro de Sanidad, ¡¡lo hayan pillado fumando en un bar!! Aún así, a mí lo que me interesa es que sea capaz de darle una vuelta, sobre todo, a las políticas sociales de este país. La Sanidad tiene problemas, desde luego, pero en España, desde hace muchos años, somos unos privilegiados en este sentido. Nos gusta decir lo horrible que está todo en nuestro país, pero he tenido ocasión de comprobar de primera mano cómo es la Sanidad alemana, y no es, ni mucho menos, mejor que la nuestra, aunque sí mucho más cara. Ni el material sanitario, ni las instalaciones, ni el personal, son mejores en Alemania que en España, pero los alemanes tienen que pagar altos impuestos para la sanidad pública y, además, es necesaria la contratación de un seguro médico para no tener que pagar intervenciones quirúrgicas habituales o estancias en los hospitales, algo impensable en España. Por lo tanto, se puede estar en desacuerdo con el tipo de gestión, pero hoy por hoy, nuestra Sanidad es una de las mejores, sin duda, del mundo.
Pero las políticas sociales… ¡ay, las políticas sociales…! Es, precisamente, la parte más afectada por los recortes, algo paradójico si tenemos en cuenta que los más perjudicados por esos recortes han sido los sectores más débiles de la sociedad: personas sin recursos, sin trabajo, mayores, discapacitados… Las ayudas se han rebajado tanto, que ha tenido que ser la propia sociedad la que tome las riendas a través de ong’s y asociaciones para tratar de socorrer a los más necesitados.
Sin embargo, el gobierno de una nación no puede ser tan drástico, y aunque sea en aras de una recuperación económica urgente y necesaria, no puede dejar tantas víctimas en el camino. Y en España se ha dejado de lado durante varios años a los que más lo necesitaban, precisamente a los que el gobierno tiene que ayudar cuando no pueden más, porque son sus ciudadanos, sus compatriotas, pero, sobre todo, seres humanos que viven en un supuesto país civilizado.
Espero que el nuevo ministro pelee mejor su presupuesto y sea capaz de mejorar sustancialmente algo que no ha funcionado bien y que precisa de un empuje importante. El margen de tiempo con el que cuenta no es mucho, pero es suficiente para adoptar medidas de calado.